jueves, 15 de octubre de 2009

No estoy muerta.

Le quito la capa de polvo a esto. Me daba pereza volver a escribir aquí sólo por tener que poner de nuevo la contraseña. Es un coñazo. Es que es muy larga. Cosas de seguridad, para que no me roben mis grandes ideas...

Informo de que he empezado segundo. De que mi horario es una mierda. De que las asignaturas no son mucho mejor que eso: mierda. De que mi emesene ha decidido joderse. De que sigo en teatro y estamos dándolo todo ya, aunque canse coger el ritmo. De que estoy feliz. De que sí que sigo escribiendo, aunque no lo suba aquí. De que sigo leyendo a todos los que leía antes. De que últimamente descubro música y películas y series que merecen la pena se escuchadas, vistas y disfrutadas.

Y... de que no he muerto.

domingo, 16 de agosto de 2009

Locura.

Me estoy volviendo loca:
huelo el eco
del tacto de tu piel.

martes, 11 de agosto de 2009

Justo antes de dormir.



Pero ahora has vuelto.

domingo, 9 de agosto de 2009

Me rindo.

Me rindo, no sé explicarlo, no sé sacarlo. Quiero escribir hasta que me sangren los dedos, pero es que no soy capaz. Estoy muerta de miedo por las cosas que antes me hacían gracia, por cosas que desdeñaba diciendo el típico "yo nunca seré así". Pero, por otro lado, ahora me río de miedos que tenía antes, pensando "cómo pude ser así".
Nunca he sido mucho de callarme para mí lo que pienso, siempre que he tenido que decir las cosas, las he dicho sin más, porque creo que la verdad y sinceridad siempre deben ir por delante, pero últimamente me planteo si de verdad estoy siendo sincera conmigo misma, y con aqellos que se merecen mi sinceridad; me pregunto si no estoy siendo injusta con aquellos que han sido muy justos conmigo; o si tal vez tal justicia no existe y me estoy enfrascando en inventos humanos y culpabilidades sociales que hasta entonces nunca me habían preocupado.

Me rindo porque me siento a las siete de la mañana frente a la ventana abierta y lo único que soy capaz de describir es el color rosado del cielo, y aún así mis palabras se quedan cortas.

Me rindo porque enciendo cigarro tras cigarro esperando encontrar en su humo respuesta a mis cábalas.

Me rindo, porque me he vuelto una cobarde, tal vez. Y esta afirmación es una de esas cosas de las que yo antes me reía: ¿cobarde yo? ¡imposible!, pues no: es muy posible, nadie es invulnerable a sentimientos tan humanos como ése.
O quizás... quizás en el último momento me entre una repentina valentía que desconocía hasta el momento, y sea capaz de decidir, arriesgando, sin miedo, pero con cuidado.

No sé... es que no sé. No sé qué está bien. No sé por qué tendría que estar mal. No entiendo por qué la vida se empeña en darle vueltas de 180º a las circunstancias de vez en cuando. No entiendo por qué me afectan tanto los cambios que anes esperaba, los cambios que he estado esperando hasta hace no mucho.

Repito tanto la palabra "quizás" en mi cabeza, que ésta ha dejado de tener sentido. Y por eso, por ese tipo de remolinos, por esa clase de sentimientos he decidido dejar que hoy sea la brisa quien arrastre los hechos, unos tras otros hasta construir la historia, tal vez mañana vuelva a coger las riendas de mi destino. Hoy, lo digo en serio, me rindo.

miércoles, 5 de agosto de 2009

De mi perfección.

Algo que me jode muchísimo es que me digan que soy perfecta (sí, bueno, puede parecer algo increíble, pero alguna vez me lo han dicho). Me molesta muchísimo elevado al infinito, más o menos.

No sólo porque soy una de esas personas que piensan que la perfección no existe (y si soy perfecta, entonces no existo, pero, tonterías aparte...), sino porque no lo soy. Así de simple: no soy perfecta. Me da por enfadarme y soy un demonio con cuernos que antes no se veían por ningún lado, egoísta, borde, calculadora y fría. Meto la pata constantemente, a pesar de todo el empeño que pueda poner en lo contrario, es que soy torpe hasta el extremo. Me enervo fácilmente, y ni se te ocurra comprobarlo mirándome fijamente durante mucho tiempo, llamando mi atención con tu dedo insistente en mi hombro o mintiéndome en la cara, porque te aseguro que entenderás que lo que trato de decir: mi límite de paciencia para ciertas cosas está al nivel de los tobillos. Cuando tengo que decir la verdad, suele darme lo mismo dañar, la verdad es la verdad, y duele, pero es lo que hay: o la afrontas o eres débil; y si eres débil... no creo que seas mucho de mi agrado, no soporto a los que lloran con cada uno de los golpes, y no quiero decir que no se pueda llorar, que yo he llorado como la que más... pero este no es el tema de hoy: quien quiera entender, que entienda; el que no quiera, que me malinterprete y el que quiera entender y le cueste, que lea a Niezstche sin escuchar los prejuicios que lo llaman nazi.

Por si fuera poco, a parte de esos pocos defectos descritos ahí arriba 8una mínima parte de una gran lista), estoy pasando por una época ácida, muy ácida. Hastío, podríamos llamarlo. Tengo los sentimientos a flor de piel, igual me da por reír a carcajadas durante horas como me da por no hacerme ni puta gracia nada de lo que nadie pueda decir y me pongo seria de pronto por una palabra que alguien ha dicho y de la que ya no se acuerda... y lo pago con todo el mundo, con unos más que con otros.
Si esto es ser perfecta, debo de ser la persona más perfecta que existe. Pero sospecho que la definición de perfecta no incluye tantos puntos malos e inestables.

Dejemos algo claro: no me importa que me halaguen (no voy a ser tan hipócrita diciendo eso), no me importa que de vez en cuando caiga en gracia a alguien porque ha visto mi parte buena. También me gusta de vez en cuando que me echen un piropo o que barran un poco los defectos para fuera, pero sabiendo que están ahí. Lo que me importa es que sólo con ver la parte buena se juzgue a una persona, y me molesta tanto o más que siendo al revés, juzgando a una persona por su parte mala. En esta vida, las monedas tienen dos caras, y nadie debería decidir que una moneda es bonita sin haber visto su cruz.

Si alguien se va a atrever a dar un juicio sobre mí, que se moleste en conocerme. Que sopese si lo bueno compensa a lo malo. Para unas personas será así, para otras lo malo será motivo de salir corriendo y no volver la vista atrás. Estupendo, pero que nadie diga (ni de mí, ni de nadie) que una persona es completamente asquerosa, o completamente perfecta.

Espero haberme explicado con claridad.

domingo, 2 de agosto de 2009

He aquí.

Estaba yo... llamémoslo "estudiando" para métodos, cuando me acordé de la vieja y repugnante broncosaurio que tenemos por profesora... Esa buena mujer con unos 150 años, mes arriba, mes abajo, que se encarga de amargar el día a sus alumnos por pura diversión (y en su casa se mira en el espejo mientras se rie con el recurrido "muahahahahaha" mientras se suena sus bonitas narices con los trabajos de sus queridos pupilos).
El caso es que pensé: "por lo menos no soy la única" y es que dicen que mal de muchos consuelo de tontos... y yo debo de ser muy tonta. Y me animé un poco (cruelmente, lo reconozco) pensando que queda menos apra septiembre y que allí me reencontraré con compañeros que oye, son como las mascotas, nunca les prestas suficiente atención, hasta que no están ahí para divertirte. Y, en esto, seguí hilando ensamientos (algo increíble) y recordé a uno en particular, mi mascota preferida, se podría decir... sí, sí, éste es EL post.

Como el destinatario habrá comprendido ya (o a lo mejor estoy esperando mucho de él XD), esto es un encargo que yo realizo con mucho cariño. Un encargo para Antisocialito, a.k.a. Miguelón. Hace mucho tiempo, cuando le descubrí mi profundo blog, él me dijo que quería un entrada, y yo he ido sudando de él... pero oye, ahora que me aburro y no tengo nada que hacer (¿quién dijo Métodos?) me propongo a escribirle. A lo mejor, estoy segura, de que le decepcionará ver que no nombro su grandilocuencia... es que me cuesta mucho mentir (¡toma! ¡qué ingeniosa soy!).

Dento de un par de meses, hará un año que llegué yo a mi primera clase de la carrera, todo emocionada con un montón de folios apra apuntar lo que los profesores querrían decirme (ahora que lo digo así, me recuerdo a Hermione, sí la de Harry Potter). miré a mi alrededor, y me fijé en mucha gente: primero un tipo con una camiseta del metro de Lavapiés ("¡eh! ¡este tipo tiene que molar!", pensé), luego una chica con muletas, morena, o como diríamos ahora ¡Morrrrrreeeeeena!, unas cuantas chicas tontas, que me lo siguen pareciendo, a mis compañeras del curso cero... y allí que fui con ellas("¡alguien conocido!"). Seguí repasando la vista y llegué a un tipo, sentado sólo en una fila de bancos, con la cabeza apoyada en los puños y cara de mala hostia, mirando a todos con expresión de "quiero mataros" (aunque luego lo desmintiera). Y le di un codazo a la que estaba a mi lado y le dije, con ilusión: "¡mira! un antisocial! Éste a mitad de curso, o antes, nos mata a todos".
Un par de semanas más tarde, hablé con él por primera vez, en el A, de vuelta a Moncloa. y supe que se llamaba Miguel, y que no era tan antisocial como yo pensaba. Era simpático y todo, para mi sorpresa. Más adelante, después de algo más de un mes, o dos, cuando ya teníamso "confianza" me di cuenta de que tal vez no fuera un antisocial, pero que lo de simpático le quedaba un poco grande... más borde el tío... claro que luego entendí que eran coñas y eso, y desde que entendí eso, no me corté en devolverle las pullitas. Y hasta ahora, que todos sabemos que es un tío con caparazón de antisocial, pero más bueno que un santo... bueno, quizás exagere... un poco cabrón sí es... pero es uno de esos cabrones a los que se le coge cariño.
Además, mi cariño se redobló un poco el día que descubrí con asombro (en esa demoniaca red social que es el tuenti) que leía a Pratchett y a Scott Card, que conocía al "Contigo no, bicho" y que era un friki de los Simpson. Además, fue a uno de los pocos que no tuve que explicarle el por qué de que apodara a uno de la clase como "Logan", sólo me dijo: "friki", claro, que él también lo era.

Y así estamos, los dos estudiando un montón para la torre de suspensas que tenemos... Ah... ¿que no? bueno, eso.

Y que es un tipo majete él, con una coletilla de delincuente juvenil, cara de antisocial, respuestas punzantes (e increíblemente inteligentes... a veces [NEGARÉ HABER DICHO ESTO]) para todos y una sonrisita siempre que a veces dan ganas de borrarle. Y que, como he dicho antes, es una mascota a la que echar de menos... ¿Con quién me meto yo si no está? Sería muy duro estar en clase... bueno, a lo mejor no... aunque echaría de menos los "¡Eh, Patry! ¡Que quedan dos horas de Estadística, ¿no lo sabías? Todavía no puedes irte..." y yo contestarle: "JAJAJAJAJA" para irme después.

Aquí tienes tu entrada, so pesao. Espero que no sea mucho de tu agrado, aunque yo me he esmerado, ¿eh?

Y, para terminar, voy a poner algo que seguro que te hará mucha ilusión acompañado de tu reacción, que a mí me encanta (más que nada porque me suplicas, y eso... me hace sentir guay XD):


Miguelón:
Por.......dios......bendito.................y el gobierno se niega a darle a mi familia un susidio por tenerme despues de esta foto??? Jesus bendito esta foto es la definicion universal de "foto tuenti" xDDD
PD: obviamente ya me se la respuesta, pero aun asi hare la pregunta: hay alguien mas a parte de mi que piense que parezco un puto criter?? xDD por dios patry QUEMA esta foto y luego quema la camara te lo suplico



PD: tómalo como un regalo de cumpleaños un poco atrasado :D

sábado, 18 de julio de 2009

Hay que joderse.

Estaba yo pensando en todas las gilipolleces que se hacen por las personas que queremos. Entendiendo en su más amplio sentido "querer" y "gilipolleces". No sólo me refiero a la novia que decide por amor cortarse el pelo después de 15 años dejándoselo largo porque a él le gustan las melenas cortas. Me refiero a los sacrificios que se hacen por ayudar a una persona apreciada: un familiar, un amigo, un amante o incluso una persona simpática que todavía no se ha ganado ninguno de los anteriores rangos.

Hablando de mí, por ejemplo, puedo decir que quiero con locura a mi abuela. Bueno, no es extraño tampoco, ha sido mi segunda madre, y no sólo porque sea la madre de la mía, sino porque cuando mi madre no pudo ocuparse por completo de mí por motivos que no vienen al caso, mi abuela me acogió en su casa, me dio dónde comer, dormir y criarme, creciendo en estatura, pensamiento y sustancia.
He escuchado miles de historias de cuando estaba en casa de mi abuela, o de cuando ésta me llevaba al pueblo en los tediosos veranos madrileños, como aquella vez, que yo a penas recuerdo, que fui a por pan a la panadería del pueblo (el único establecimiento existente, a parte de los dos bares de reglamento, típicos e imprescindibles en cualquier pueblo español por pequeño que sea) y de vuelta a casa me crucé con una amiga que me invitó a meterme en la fuente de la plaza y yo ni me lo pensé. Cuando regresé a casa dos horas más tarde empapada, mi abuela me dijo "¿Y el pan, Patricia?" y yo tuve que ir corriendo a la fuente donde estaba la barra de pan esperándome, en su bolsa, junto a la fuente y mojado hasta la miga por las partes que sobresalían del plástico.

Ahora me toca devolverle este favor, ahora que a ella le pesan los años y ya ni el tinte cubre su sabiduría hecha canas. Y en cierto modo, sí: es un sacrificio, pero por otra parte, no me importa estar con ella en mi casa, prestándole la atención que necesita y agradece, sólo escuchando sus cientos de batallitas de abuela que enlaza una tras otra, siempre ilusionada y con esa alegría que caracteriza a mi abuela.
Hoy he recordado que mañana es domingo, y que mi abuela es una señora (muy) mayor y, como suele ser canon, católica hasta las trancas, de esas que rezan antes de dormir, comen potaje en Semana Santa, lloran en comuniones o bautizos y, por supuestísimo, acudne a la misa religiosamente (y nunca mejor dicho) todo los domingos. Ante la imposibilidad de ir a la parroquia de siempre, la de su barrio, me he ofrecido a llevarla a la de aquí, la del mío.

-Abuela, mañana es domingo, querrás ir a misa, ¿no?
-Sí, claro. ¿A qué iglesia vais aquí?
-No lo sé, ni mamá ni yo vamos a misa.
-¿Por qué? ¿Estás peleá con Dios?
-Algo parecido.
-¿Eres una agnóstica de'sas?
-Sí, algo así.
-Jajaja, qué graciosa.


Pues eso. Yo, que soy una agnóstica de'sas empiezo a mentalizarme de que mañana iré a la iglesia de mi barrio, por primera vez en los casi 10 años que llevo viviendo aquí, para hacer feliz a esta mujer que, a pesar de que entendería perfectamente que sólo la acompañase y la esperase fuera, sé que le brillarán los ojos al pensar que su nieta aún puede ir por el buen camino.

Inocente y Santa mujer mi abuela.

domingo, 5 de julio de 2009

Genio(s).

Esta semana pasada devoré un librito de Eduardo Galeano cedido por mi bibliotecaria personal: Kira, mi cuñada.

Se llama El Libro de los Abrazos y es una delicia. Consta de varios relatitos cortos y cuentitos que agarran el corazón y lo espachurran. Me está creciendo el amor hacia los escritores latinoamericanos de mediados del siglo pasado, tienen un no sé qué que hacen que al leer lo sientas todo con el triple de intensidad. Marcados por los constantes abusos de poder por parte de dictadores y militares en sus patrias, se palpa el ansia de libertad en sus palabras y la incesante búsqueda del lado bueno de la vida con un optimismo envidiable.
La mayoría de estos poetas (poetas de prosa) fueron exiliados de sus países porque sus ideas no encajaban con los planes que los altos mandos represores tenían para América Latina y no se guardaron de callarlo y meter sus pensamientos en una cajita y dejarlos olvidados en un armario cerrado con candado.

Al leer a Galeano, leer todos los elogios que tiene con otros escritores y otros intelectuales tachados de bobos por las dictaduras, me meto en la piel de cada persona que describe. Lo hago casi sin querer, es una habilidad que a veces es una maldición. Me involucro tanto en lo que me están contando, y más si me lo están contando de una manera tan especial y sentida, que cuando ocurre algo sorprendente, es imposible que no muestre lo que siento. A más de uno esto no le parecerá tan grave, pero cabe añadir que suelo leer cuando voy en transporte público o estoy esperando a aluien en la calle (cogí la costumbre, y leer en casa me parece horrible). El caso es que ir en un vagón de metro hacinado, sentada en el suelo por posar mi trasero en algún lugar, leyendo algo y que, de proonto suelte una carcajada suele provocar muchas miradas curiosas; alguna vez se me ha acercado alguien para preguntarme si me pasaba algo porque estaba llorando con un libro en las manos.
Tampoco puedo evitar sentir envidia. No del que escribe (bueno, también, un poquito), sino de los que son escritos. Derrocha admiración y buenas palabras para todos, y eso también demuestra su humildad. A veces pienso s yo llegaré a hacer algo por lo que ser recordada a gran escala. Es algo que, sinceramente, no me preocupa demasiado, pero a veces tengo curiosidad, sólo eso.

Y ahora, me apetece irme a leer a Cortázar, por seguir en esta línea. Deberíais probarlo (si no lo habéis hecho ya).

viernes, 26 de junio de 2009

Carta a Nuestra Memoria (VI)

(Carta I, Carta II, Carta III, Carta IV, Carta V)

El señor Montés tenía 63 años cuando yo lo conocí. Con mis 18 años, para mí Montés era un anciano ya que peinaba canas y llevaba sus años a cuesta con gran orgullo. Tenía el cuerpo bastante joven para su edad: el tronco robusto, las piernas fuertes. No en vano seguía haciendo deporte: corría por el Parque todas las tardes durante tres cuartos de hora, y yo me dedicaba a observarle, a grabar en mi memoria su expresión cuando terminaba y se sentaba en uno de los bancos, siempre el mismo, a fumarse un cigarrillo, un ducados, para ser exactos. Puede que Hugo fuera otro de los culpables de que dejara de ver el tabaco como algo dañino para verlo como algo romántico. Me parecía curioso cómo maltrataba su cuerpo con la nicotina justo después de depurarlo durante su recorrido. Tiempo después, cuando tuve confianza para preguntarle, me explicó que era su único cigarrillo al día, y que le gustaba disfrutar de él en ese banco, desde el que se veía el Lago, justo después de haber llenado sus pulmones con el aire fresco y sintiéndose demasiado henchido de salud en relación con su edad; ese cigarro diario le proporcionaba, en la medida justa, un poco de equilibrio con el mundo.
Era un hombre curioso Hugo. Me cayó bien desde que le vi hacer ese extraño ritual por primera vez.

Una de esas tardes en las que mi vista seguía su fiel recorrido tal vez fui un poco más despistado, o tal vez él un poco más avispado. El caso es que me vio mirándole, a escasos metros, cuando él fumaba y yo reflexionaba en un césped cercano. Él, sin dejar de mirar al frente, me preguntó si quería algo, sin rastro de amabilidad en su voz, pero sin ofensa tampoco; sólo se defendía de las miradas de un joven insolente, como solía llamarme en broma.

-No, señor -contesté.
-Pues cualquiera lo diría, chico, llevas mirándome toda la tarde. Y sé que no es la primera vez. Te sientas ahí, o un poco más allá y me miras mientras corro. a veces también escribes en ese cuadernito tuyo, ¿qué eres, poeta?

Cuando se dignó al fin a mirarme y yo empezaba a cambiar de idea con respecto a que me cayera bien, su sonrisa me tranquilizó. Yo también sonreí.

-Es... es... es que me parece curioso que venga todas las tardes, que no falle ni una, y corra exactamente el mismo tiempo y por el mismo sitio siempre.

Él asintió, sin dejar de sonreír. Me contó que era un jubilado que no tenía otra cosa mejor que hacer. Había sido conductor de autobús durante muchos años y su trabajo le había llenado, pero al final, el cansancio de la rutina lo venció, y decidió jubilarse antes de tiempo. También decidió que debía bajar los kilos que había estado cogiendo durante más de 20 años sentado al volante, y cuando los bajó, el hábito se había hecho con él, y echaba de menos la rutina de su itinerario diario, así que ahora seguía saliendo todos los días a hacer exactamente lo mismo.

Hugo también tenía curiosidad por saber por qué iba yo todos los días, o casi todos. Les expliqué que, aunque ya no tenía muchas esperanzas de que aparecieras, después de un par de meses me acostumbré a ir, sentarme y esperarte. Sonrió, compadeciéndose de mí.

-Conque estás enamorado... pobrecito, tan joven.
-No soy tan joven, tengo 18 años -dije con el mismo desdén que utilizan los post-adolescentes cuando les llaman jóvenes sin saber apreciar su juventud -y tampoco estoy enamorado.
-Créeme, chico, sí que lo estás.
-No, ya no. tal vez al principio. Era más obsesión que enamoramiento, diría yo.
-¿Cómo se llama?
-Alba -dije sin pensar un instante, averiguando enseguida mi error y su victoria.
-Aún recuerdas su nombre.
-No ha pasado tanto tiempo, sólo cuatro meses.

Sonrió. Ese gesto que vería después muchas veces. Su ego no tenía parangón, y llevar razón era una de las cosas que más le gustaba en este mundo a ese viejo.

-Cuatro meses, comparados con los cinco minutos que ella te brindó, juntando tiempos, es una eternidad, niñito.

Sus palabras se me clavaban como puñales envenenados. Tal vez tuviera razón, pero nunca se lo diría.

-Si algún día vuelves a verla, te volverás a enamorar. -concluyó.

Se levantó del banco, y yo del césped notando el pantalón empapado y sucio. Me tendió la mano y se presentó.

-Soy Hugo Montés. Algunos me llaman señor Montés.
-Yo soy Jaime. Jaime Úbeda.
-te llamaré 'chico', así no tendré que hacer memoria, que a mi edad ya es un gran esfuerzo.

Asentí sonriendo mientras le estrechaba la mano. Luego, cada uno se fue por su camino.

domingo, 21 de junio de 2009

Violín, flauta, una guitarra eléctrica y una voz desgarrada.



4 días. Unas cuantas palabras. Una película. Unas pocas lágrimas. Ésta canción.
Catarsis.

viernes, 19 de junio de 2009

Sinónimos.

Dificultoso, arduo, complicado, complejo, engorroso, embrollado, enrevesado, intrincado, comprometido, apurado, embarazoso, delicado, espinoso, imposible, inaccesible, irrealizable, laborioso, penoso, fatigoso, trabajoso, agotador, duro, achuchado, afanoso.

Definitivamente, no me gusta la palabra difícil, ni todo lo que ella conlleva.


Sencillo, elemental, tirado, claro, corriente, factible, evidente, obvio, simple, asequible, comprensible, cómodo, confortable, tranquilo.

La palabra fácil es más bella.


Es curioso que a menudo ambos conceptos, a pesar de que digan que son antónimos, coinciden en muchas situaciones... ¿o porque algo sea arduo no significa que no pueda ser sencillo? y a mí me parece que lo más comprometido, suele ser elemental.

domingo, 14 de junio de 2009

Necesidades.

Las ideas para desarrollar un pensamiento siempre me llegan cuando estoy tumbada en la cama en ese duermevela que anticipa el sueño; y siempre soy lo suficientemente vaga como para levantarme a plasmarlo. Y las palabras, reflexiones, la idea principal sale corriendo a esconderse y que no la torture dándole vueltas y martillazzos con mi constante runrún pensante.
Es una putada ser así. Sentir la necesidad de escribirlo todo, para que las palabras no se las lleve el viento; sentir que si no escribes, no estás pensando en realidad. Es una putada preciosa, pero una putada al fin y al cabo (como el amor).

Ya dije alguna vez que se me da mejor escribir que hablar. Pero no es sólo que se me dé mejor, es que es lo único que puedo asegurar que seguirá conmigo mientras yo siga viviendo. Puedo no saber ni querer asegurar muchas cosas de las que vendrán, por miedo a la certeza, por miedo a equivcarme estrepitosamente después de haber hecho planes; pero puedo decir que el día en que una sonrisa, una palabra, una imagen, una sensación, un lo que sea no me haga querer escribir sobre ello, ese día estaré muerta. Hay muchas formas de morir, no sólo ésa que todos conocemos en la que los motores biológicos y fisiológicos dejan de funcionar: el corazón no bombea sangre, las neuronas no se pasan información las unas a las otras y los familiares lloran mientras miran cómo, mientras tu cuerpo está en una caja, te echan tierra por encima. No me refiero necesariamente a esa muerte. Me refiero a una muerte mucho peor.
El día que no quiera escribir estaré muerta por dentro, ya no habrá nada capaz de emocionarme, ni de enfadarme, ni de nada; o acaso será que he cambiado lo suficiente como para poder decir que yo, mi yo tal cual lo conozco ahora, ha muerto.

El caso es que a veces me siento prisionera de este hoby y me siento mal si no lo llevo a cabo... lo que no sé es si no escribir hace que me sienta mal por el sentimiento de culpa o porque es una necesidad vital para mí. Algún día lo descubriré... auqnue creo que la diferencia no es muy grande.

Lo más triste es que si intento explicarle esto a una persona que nunca lo ha sentido, nunca lo entenderá. Es como explicarle un orgasmo a una persona a la que no se lo han dado: totalmente inútil.

jueves, 11 de junio de 2009

Ñozu is dessapear(8)

No tengo internet en casa porque los de orange son así de majos.

El caso es que vengo a decir que estoy viva y que espero tener internet si no esta noche, mañana por la mañana. Recemos.

Y también vengo a decir que he aprobado neurociencia y que soy la persona más feliz del mundo de momento.

Y que quedan cuatro días para que mi sonrisas se amplíe mucho mucho.

Y me voy ya, que esto de robarle el portátil a mi hermano y cuñada, va a empezar a notarse.

martes, 9 de junio de 2009

Iros todos a tomar por culo.

Ea. Vuelvo a estar nerviosa por un examen. Me consuelo pensando que tendré mucho tiempo hasta el día 15 que tenga el próximo y último con esperanzas de aprobar.
Ayer mi madre me preguntó que cuántas iba a aprobar. "¿Qué cuántas voy a aprob...? Mamá, a mí me gusta menos que a ti suspender" le vine a decir.

Me jode, profundamente saber que yo ya soy mucho mejor psicóloga que gente que aprueba. Me jode saberlo porque eso me hace más asqueroso aún tener que estudiar cosas que, aunque útiles en cierta medida, no tienen nada que ver con mi carrera. Y me revuelve las tripas pensar que haya gente que el día de mañana tendrá más posibilidades que yo para conseguir un trabajo sólo porque a mí me parece que la educación es una puta mierda. Que somos psicólogos (en proyecto) y no nos hablan de nada más allá de 1980 (y eso son las teorías más novedosas).

Me fastidia que hasta cuarto no vaya a tener una puta asignatura que me llame la atención lo suficiente como para pensar: tengo ganas de ponerme a estudiar y saber más de esto. Que vaya a tirar tres años de mi vida prácticamente a la basura. Que, como me dijera una vez una compañera que se ha convertido en amiga y que piensa más o menos como yo: "considero más importante para mi formación personal estar aquí en este césped contigo que estar escuchando bobadas ahí dentro".
Odio mi carrera. La odio mucho. Jamás pensé que llegaría a decir esto, porque quiero ser psicóloga desde que tuve consciencia de lo que era un trabajo y lo que era un psicólogo (ambas por separado); y ahora me doy cuenta de que deseo que estos 4 años sobrantes (probablemente 5, viendo mi paso) se pasen volando. Y si no fuera por las tres personas que considero que merecen la pena, estaría hundida en la mierda.

Dicen que Psicología es una de las carreras con mayor número de crisis mientras se cursa. Y yo pensaba que era imposible que tuviera una de esas crisis, ni si quiera entendía de qué cojones hablaban, ¿crisis? ¿por qué? Daba igual, porque lo mío era vocación. Y lo es, vaya que si lo es. Si no lo fuera, os aseguro que ni me planteaba seguir estudiando, hubiera abandonado en enero. Y no, no tiene nada que ver con los exámenes: la gente, las asignaturas, el pensar si de verdad algo de lo que estás haciendo ayudará a que aprendas a ayudar a alguien en un plazo de 5 años. La verdad, no me extraña que en primero haya 10 clases y en segundo se reduzcan a casi la mitad (de 80-90 personas cada clase).
No os confundáis, no es una carrera simple (si os dijera que tengo que aprender física, ¿cómo os quedaríais?), y aunque tampoco es una ingeniería (seamos realistas) muchas de esas personas que no tienen otra cosa que hacer más que gastar el dinero de papá deciden meterse en ella, pensando que los homosexuales son enfermos y que los presos no merecen reinserción. Y el día de mañana ellos tendrán su propio gabinete (con el dinero de papi siempre) y yo me comeré los mocos a falta de otra cosa que comer (también puedo robar las hamburguesas del McDonals donde terminaré trabajando).
Así es como va este país. Y a mí me da asco.

Me voy a hacer un examen de mierda, para variar. Hoy mi camiseta ha acertado de verdad.

lunes, 8 de junio de 2009

Esperanza.

Hoy me siento un poco inspirada, y supongo que es la presión de tener que hacer lo que no se quiere hacer, pero es que no importa ahora mismo el por qué (raro en mí), sólo me apetece aprovecharlo, ya que no hago nada de provecho.

Dejo que mi imaginación vuele y pienso en columnas de humo. Me acaba de venir a la cabeza la imagen de mí misma escribiendo en un paseo a las 8 de la mañana de un día de agosto, con mucho frío, irónicamente. Ese día hice esta misma analogía: mi pensamiento como columnas de humo, colocarse sin tener sustancia, y vivir.

Vivir, qué gran sensación la de sentirse vivo, y tener por lo que hacerlo.

Es curioso cómo los planes cambian tanto, y cómo cada día me cercioro más de que la certeza es un lastre. Tener seguridad en algo es sólo una ilusión para amortiguar el golpe. Yo prefiero la realidad, siempre la preferí. Y aquí habría gente que me preguntara por la esperanza. Pero ¡ay! qué cansada estoy ahora mismo como para ponerme a hablar de esperanza. La esperanza es sólo eso: esperanza, un estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos (eso dice la RAE). Yo prefiero no esperar, por si acaso lo posible se torna en la misma palabra con im- delante. Hace ya mucho que aprendí a no depender de ella. Y no es que sea pesimista, soy realista: me forjo lo mío con lo mío. Nadie más que yo puede hacer posible algo. Si tengo esperanzas, no será porque nadie me la dé, o porque algo incorpóreo diga que la tengo que tener; si tengo esperanza, será porque mis pasos son los correctos para conseguir algo.
Pero no soy la única persona del mundo (para mi desgracia, muchas veces; para mi gracia, muchas otras) así que no lo puedo basar todo sólo en mis actos. El resto de personas también pueden hacer con sus actos que mi camino se desvíe, que al observarlos decida algo totalmente diferente de lo que tenía pensado. Por eso no se puede decir que nuestras opiniones van a ser las mismas siempre. Porque puede pasar algo que nos haga cambiar de parecer, y nos tengamos que comer las palabras (yo lo he hecho alguna vez, y, la verdad, es que es bastante seco, se hacen pasta en la boca y duele al tragarlas).
Los más cercanos a mí saben que no suelo decir la palabra "siempre" si ésta se refiere al futuro. Es como cuando veo a alguien decirle a otro alguien que le quiere "por, para y durante siempre". Puede desearse, pero no puede asegurarse. No. Todo en esta hay vida hay que cultivarlo y regarlo cada poco, no se puede dejar a merced del tiempo y pensar que se va a solucionar todo solo. Y, a pesar de que uno se esfuerce, puede que desde el otro lado algo pase. Y, entonces, ¿qué? ¿lloramos? ¿porque pensábamos que sería eternamente?

Somos presos de nuestras palabras, esas metáforas gastadas, que decía aquél.

Y no me creo las ganas que tengo de tumbarme en un parque, con una barrita de esas que hacen risa, ver cómo pasan las nubes sobre mi cabeza, y hablar de cosas importantes hasta quedarme afónica. Tengo esperanza en que ocurra de aquí a una semana. Y, hasta entonces, hago exámenes sonriendo como una imbécil.


(PD: Hoy no hay Carta. A no ser que a última hora me apetezca subirla. No creo.)

sábado, 6 de junio de 2009

Reconciliación.

El aire fresco en junio. Una llamada a las tantas de una madrugada de borrachera, una tontería sin pies ni cabezas en el momento justo, una palabra única, una risa contagiosa. En fin, ese tipo de cosas que podría seguir enumerando sin cansarme pronto. Y si el mundo no tuviera las cosas pequeñas, ¿qué sería de mí?

El Grande os dice lo que pienso:

viernes, 5 de junio de 2009

Verdad.

¿Nunca habéis pensado que por más que os esforcéis en algo, no podréis conseguirlo? ¿Que da igual todo el empeño que pongáis, que no lo vais a conseguir? ¿Que algo es muy duro, muy difícil, demasiado cansado y consumidor como para intentarlo para nada?

Pues es mentira. SIEMPRE se puede hacer algo más.

jueves, 4 de junio de 2009

Carta a Nuestra Memoria (V)

( Primera Parte. Segunda. Tercera. Cuarta. )

Me esforzaba por no cambiar mi ruta y pasar por los lugares exactos. A pesar de que tardaba cinco minutos en cruzar el parque hasta mi casa, empecé a demorarme hasta los veinticinco, e incluso los treinta. Mi madre al principio me preguntaba si me había pasado algo, luego pasó a la fase de regañinas por tardar tanto, finalmente se acostumbró como yo me acostumbré a tardarlos sin que me costara mucho.
En esos ratos, me dediqué a observar a los de mi alrededor y empecé a escribir lo que hacían en un pequeño cuaderno que, al principio, era para hacer ejercicios sintácticos a sucio, luego se convirtió en mi diario. Creo que nunca llegué a decírtelo, pero creo que así fue como supe que escribir era algo más que un hobby para mí. Cambiaste mi vida entera con apenas cinco minutos de la tuya, y creo que jamás llegarás a saber cuánto te lo agradezco.

Pasaron los meses, hice la prueba de acceso a la universidad y la aprobé con buena nota que pudo ser mejor aún si no hubiera dedicado tanto tiempo en fantasear sobre ti y lo que estarías haciendo, y a qué te dedicarías, y qué era lo que te apasionaba y a plasmarlo en ese cuaderno que aún guardo, y que te entregaré junto a esta carta. No me arrepiento, porque sé que fueron las horas desperdiciadas mejor aprovechadas de mi vida, y que gracias a ello conseguí mantener vivo tu recuerdo para que tiempo después aún me acordara de tus ojos, y poder reconocerte. Pero vuelvo a adelantar sucesos... vayamos por partes, siguiendo el curso de la historia.

Decidí matricularme en filología hispánica, adoraba escribir, las construcciones de las frases me absorbían, me obsesionaba la ortografía, no podía parar de devorar literatura y maravillarme con cada palabra nueva que aprendía; así que decidí que quería saber más de la lengua, lo quería saber todo. Y, aunque aún hoy no lo he conseguido, me sirvió de mucho.

El verano pasó volando y yo seguía yendo tantas tardes como podía al Parque, aunque dejó de ser para buscarte y empezó a tratarse de encontrarme a mí mismo. Con cada una de las personas que me cruzaba me sentía identificado aunque fuera en lo más mínimo.Me pasaba las horas allí escuchando conversaciones de gente ajena sin que sospecharan de mi descaro. Reflexionando, escribiendo, reflexionando otra vez, y siempre a la sombra de un roble viejo viendo las puestas de sol desde el mirador. Me acostumbré a la gente habitual del parque, y ellos a mí: me sonreían, intercambiábamos un par de palabras y seguíamos nuestros caminos.
Pero hubo una persona en particular a la que le cogí un especial cariño. Se trataba de Montés, de Hugo Montés. Te he contado alguna vez alguna de nuestras anécdotas, pero nunca de cómo le conocí.

:)

Vámonos de fiesta tranquila. Una sangría, un Lucky, un par de bancos y risas.

No pido nada más.

Viva disfrutar el tiempo libre que en realidad nos e tiene. Viva el relax.

Hoy le pueden joder de lo lindo a los apuntes.

Hoy, soy libre.

Aunque sólo sea una ilusión pasajera.

(Y ya cuando vuelva subo la Carta, que no me olvido de que es jueves).

Sé que puedo.

Vale. Estoy cagada. Cagada de verdad. Llevo en pie desde las 6 de la mañana, y anoche la última vez que mire el reloj eran las dos. Deje de mirarlo porque me cansé.

Me he levantado con el nivel de activación más alto que nunca, yo creo (exceptuando cuando de enana iba con mi padre y unos amigos al Pantano de San Juán, que esataba tan nerviosa que ni si quiera podía dormir). Me he repasado el temrio. Me lo sé. Me sé los malditos autores. Me lo sé todo. Es tipo test, no tendría pro qué bloquearme. Las 8:30 y algo me dice que salga YA de casa, pero no puedo, tengo la necesidad de encender el ordenador, poner algo de música, escirbir y relajarme. Relajarme. Joder.

Abro la capeta de música y tropocientos artistas me dicen que los elija a ellos. Paso de sus voces: sé lo que quiero: Marea a toda hostia y lavarme la cara, son las 8:30... los vecinos se quejarán... me da lo mismo, ellos me molestan a mí con sus obras. Estoy demasiado nerviosa como para escuchar algo tranquilo, ayer fue el día de Marwan y Jason Mraz, hoy toca caña.

Me pongo la camiseta de los exámenes que me desquician, me gusta su mensaje: Iros todos a tomar por culo. Marea y Extremoduro, no se puede pedir más.

Patricia, por ese Dios que se supone que hay y que te da igual, tranquilízate. ¿Patricia? ¿desde cuándo me llamo a mí misma Patricia? Nadie me llama así, sólo me gusta en una persona, y porque en su voz queda bien. Patry, tranquila. Todo va a salir bien: hoy vas a comerte al mundo, a Paco y a su examen. Lo puedo hacer.

Dale:

miércoles, 3 de junio de 2009

Cafeína.

Mucha. Demasiada. No puedo parar de moverme.
Estoy estudiando con tres tipos de apuntes diferentes, que dicen lo mismo con distintas palabras. Parezco tonta: cada vez que avanzo una página, paso tres. Lo bueno es que si no me entero de algo, siempre tengo dónde buscar. Lo malo, que me estoy volviendo majara... bueno, más.

Y esto no se ha acabado, ni mucho menos. Me quedan diez días (algo más si decido presentarme a Estadística II) para ser libre. ¿Conseguiré sobrevivir? I don't know. Lo que tengo claro es que el día 15 va a arder Troya, y Argüelles también. Bueno, sólo el TNT, que es lunes y es el único que está abierto. ¡Pero arderá! (y esto es gracioso porque se trata de TNT, que a veces explota y hace que las cosas ardan...[la falta de Eric hace que mis chistes sean cada vez peores y se asemejen a los suyos, debería preocuparme])

O.o Os vigilo.

¡Aaaaaaaaaah!

Hoy, en honor a Raquelilla, Julita, Fanniuska y la fauna en general con la que me junto esas maravillosas noches de fiesta (cuando se puede), le pongo este título a esta entrada.

Hace casi un mes desde que dijera "aaaah" y se convirtiera en un hito porque a Raquel le resultó gracioso que lo hiciera al encontrarme con un hombre que me cerraba el paso en vez de actuar como una persona normal y decir: "disculpe, ¿me deja pasar?". No va con exclamaciones, porque no es algo gritado, es sólo un "aaaaah", aunque según Raquel era "¡aaaah!", yo sigo manteniendo que no lo era. Es algo que digo cuando me agobio (cosa que, por otra parte, no es muy difícil). Ahora estoy agobiada, porque la vagancia ha vuelto, y la temo. Pero en un rato me pongo a solucionarlo.

El caso (bueno, el caso ahora, porque al principio no iba a escribir sobre esto, pero me parece más interesante que el tema inicial) es que estoy reflexionando acerca de la fauna anteriormente nombrada y las curiosas formas que pueden llegar a formarse cuando se está en un grupo medianamente cerrado.
Por ejemplo, si estoy por ahí, y sale una conversación sobre las cosas importantes de la vida, es probable que estando con Fanny, Raquel, Julia, Esther o Pili, dijera: "pene erecto" y que todas nos riéramos de lo lindo, claro que esto quedaría muy fuera de lugar en una situación normal porque nadie entendería la coña y sólo se vería mi depravación; aunque mi cabeza es capaz de entenderlo, así que me lo callaría.
Pero hay ciertas cosas,sobre todo gestos, que están automatizadas. No sería la primera vez que santiguara un mini a punto de acabarse y alguien levantara una ceja y pensara para sus adentros "pobrecita, chiflada perdida", pero ese gesto es incluso requerido si están Dedi, Álvaro o Rubio delante.
Y ya no hablamos de las coñas y referencias universitarias. Si digo "me voy a estudiar las ratas" (cosa que, por cierto, debería estar haciendo en vez de esto)probablemente sólo me entendiesen los de mi clase, y ni si quiera todos ellos.

¿Que a donde quiero llegar con todo esto? A que la vida sería mucho más maravillosa si hubiese un modo universal (véase internet)de poner en común todas estas particularidades para que nadie se sintiera extrañado (o en peligro al haberse puesto ante un loco) cuando alguien dice algo así.
Aunque, por otro lado, me gustan este tipo de coñas internas que pueden parecer conspiratorias desde fuera.

En fin, voy dejando esto, buscando las ganas para estudiar y optimistizarme, o como diría Blanca que hago, voy a merendarme a un par de jipis.

lunes, 1 de junio de 2009

Carta a Nuestra Memoria (IV)

Y aquí está la cuarta entrega, con mucho retraso, pero con un nuevo planing bajo el brazo (véase ESTO). Por si alguien se pierde, puede empezar a leer AQUÍ (bajando hasta que veáis la primera).


Desde aquel día, pasé todas las tardes más o menos por el mismo lugar cuando volvía a casa, buscándote para poder descubrir algo más de ti, me obsesioné con tu mirada, y durante un tiempo sólo quise volver a verla, sobre cualquier otra cosa. Ahora que lo pienso detenidamente, era un poco absurdo buscarte: en realidad buscaba esos ojos y un color de vestido, porque no me había fijado en otra cosa. No sabía cómo era tu pelo, ni la forma de tu cara. Pero sabía que tenías un vestido rojo de manga francesa, y unas sandalias blancas de verano, y sabía que en cuanto te viera, sabría inmediatamente que eras tú.

Al octavo día de pasar por allí 'casualmente', tenía tan pocas esperanzas de encontrarte que me concentré en los granitos de arena que saltaban a mi paso. Adoro las coincidencias desde que te conozco, siempre me ha parecido que estaban de nuestro lado, que nos tenían simpatía, y así fue como te vi por segunda vez: tú me encontraste a mí.
Sentí que un hombre me llamaba dándome un toque en el hombro y diciendo 'perdona'con voz ronca. Al darme la vuelta, lanzando al aire con desgana una pregunta sin vocales llena de emes y haches, me encontré con tus ojos y los míos se abrieron de golpe, mientras que tú, muy tranquila, sólo sonreíste.
No podía apartar mi vista de ti, y esta vez me cuidé de recordarte bien: tus facciones suaves de mandíbula cuadrada, tus pómulos altos y rosados, la nariz con la curvatura perfecta y terminada en esa puntita redonda que tanto me gusta, los labios gruesos y delicados que estaban dibujando una sonrisa sólo para mí, el pelo moreno y rizado recogido en una desordenada coleta que caía sobre tu hombro derecho, dejando ver el cuello fino... todo. El chico que te acompañaba, volvió a dirigirse a mí algo impaciente:
-Perdona...
Giré rápido mi cabeza hacia él, esperando que no se percatara de que te estaba mirando.
-¿No tendrás un mechero? - dijo él, amable.
Negué con la cabeza, incapaz de decir nada. Yo aún no fumaba, eso también fue cosa tuya.
Él empezó a alejarse diciendo un 'gracias' fugaz. Mis ojos lo veían todo muy rápido y mi cerebro lo procesaba todo muy lentamente. Cuando me di cuenta de tu lejanía, de que podía no volver a verte, reaccioné.
-¡Eh! ¡Espera! -los dos os girasteis hacia mí -¡Dime cómo te llamas!

Os acercasteis el par de pasos que os habíais alejado. Tu acompañante, sin entender nada, levanto una ceja. Tú, que entendías algo más, sonreíste sin decir nada: te parecía divertida la escena. Él frunció el ceño y dijo con una mezcla de curiosidad y mosqueo:
-Pablo, ¿por qué?

Juro que pocas veces he pasado más miedo por un dolor físico que entonces.Pablo era un chico de un metro noventa y pico, con los hombros tan cuadrados como a un ser humano se lo permiten las leyes de la naturaleza; y yo sólo era un escuálido chico quince centímetros más bajo que él y sin ningún valor. Y me estaba interesando por su novia en sus narices. Ya te he dicho que solía pensar mucho, y en ese momento, mi razonamiento fue el siguiente: "si digo que él no me interesa, probablemente acabe comiéndome la arena que acabo de pisar. Si lo dejo así, se irán y yo no sabré el nombre de ella nunca. ¿Merecerá la pena?". Mis pensamientos estaban a punto de entrar en un círculo sin salida cuando tú, por primera vez, me sacaste de un apuro.

-Yo soy Alba, su hermana.

Sentí cómo el aire volvía a mis pulmones tras una larga ausencia y solté una carcajada, tal vez fuera una carcajada nerviosa, pero carcajada fue. Tú me acompañaste de un modo más suave. Pablo seguía sin comprender del todo, nos miraba primero a uno y luego a otro; sabiendo ahora cómo era, estoy casi seguro de que sospechó más o menos qué pasaba, sin mucho margen de error para equivocarse. Cuando al fin me calmé, pude hablar:
-Me llamo Jaime. Bueno, así sólo me llaman mis padres, el resto del mundo me llama Yin. Y... no estoy loco. Sólo me gusta saber el nombre de la gente que me pide cosas -me di cuenta de pronto de que había hablado mucho y muy rápido, así que me callé, avergonzado.
-A-já -dijo tu hermano, con lo que yo interpreté vergüenza ajena -nosotros nos íbamos, ¿eh?
-Entiendo. Yo también. Y, sólo por si queréis pedirme algo más, paso por aquí todos los días, sobre las 4 y las 9 de la tarde.

Sonreí y me di la vuelta deseando que la tierra cobrara vida, una vida con dientes, sólo para tragarme. También me hubiera servido que el lago hubiera decidido moverse para ponerse a mis pies, y caer en él para morir ahogado.

Aunque, a decir verdad, hoy agradezco que no lo hicieran. Me gusta cómo he vivido mi vida.

Vagancia.

Mi vagancia ha llegado a tal punto que creo que ha pasado algo raro. Una especie de Big Bang a la inversa, o sea, una Gran Implosión: se ha expandido sin freno durante 18 años, lentamente, y ha llegado ya a su punto máximo, de modo que ahora se han recogido pequeños fragmentos de ganas de trabajar y éstas están más o menos juntas. Bueno, entiéndaseme... no es que me apetezca, es que he entrado en consciencia, y de lo que tengo realmente ganas es de disfrutar del verano sin preocupaciones extra. Yo lo traduzco como "ganas de trabajar".

Aquí traigo la prueba: son algo más de las 9 de la mañana y estoy en pie, desayunada y espabilada, dispuesta a ducharme para estudiar relajada y oliendo a rosas, sin querer postergarlo más. Pero eso no es todo. He decidido, antes de ponerme a hacer cosas útiles de verdad, pasar al ordenador y subir otra entrega de Carta a Nuestra Memoria (que en un rato aparecerá ahí arriba). Y, por si fuera poco, me he puesto un par de días a la semana para ir subiendo la Carta: los lunes y los jueves serán los días, hasta que se me acabe el chollo.

Y ya me despido, que tengo muchas cosas que hacer y ganas de hacerlas.
Por altgún motivo me siento rara, pero renovada y optimista

jueves, 28 de mayo de 2009

Un día de mierda...

y sólo son las 17:35.

Ahora son las 19:50 y la cosa no ha mejorado. De hecho ha empeorado. No tengo nada de ganas de estudiar, y eso, junto a que mañana tengo un examen, hace que no esté lo que se dice muy animada. Me estoy estudiando el temario rápido y mal con una desgana más grande de la normal. Sé que estudiar nunca es una gran fiesta, pero joder, es que es mirar los apuntes y ponerme a temblar de la rabia. (Ése es el motivo de que esté aquí, en los ordenadores de la biblioteca, en vez de hacer lo propio de una de ésas).

Hoy no estoy para nadie, ni si quiera para mí misma. Se me han juntado mil cosas en la cabeza de las que quiero huir, lo cual no puedo hacer.

Y lo mejor, llegado un momento de estos (de ¡no quiero! serio), es que me meta en la cama y no amanezca hasta mañana. Qué pena no estar cerca de casa, pena o suerte, porque probablemente lo haría y sería la mayor estupidez que he hecho en mucho tiempo (Desde aquella vez que me encerré en casa un verano entero). Y no puedo pensar otra cosa que no sea ¡Por Dios, Patricia! Reacciona de una puta vez, no seas cría, no tienes problemas serios. Todo pasa.

Pero de verdad... que no quiero.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Sólo un minuto.

Me tomo un minuto para pensar. sólo uno. No creo que me haga falta más.
Todo mi cuerpo se relaja, mi sistema nervioso recibe toda la información somatosensirial de mi alrededor, y noto cómo ésta llena mi cuerpo. La temperatura, la luz, los colores, las texturas, formas, sonidos, olores. Todo. Me enciendo un cigarro y dejo que su humo viaje hasta mis pulmones, manchándolos con vida.
Cierro los ojos. Veo cómo en mis párpados bailan figuras que se forman de mi pensamiento, cogiendo volumen y consciencia propia. Y ya se me han escapado 15 segundos.

Mi alma se enfría en una fracción de segundo, pero me lo imagino. Nos imagino. Y el abrazo me devuelve el aliento que casi había perdido. Y, sin darme cuenta, sumo otros 15.

Las preocupaciones llaman a las puertas de mi pensamiento. Exámenes, apuntes y notas aparecen y se materializan. Pero les grito que se vayan. Huyen y me dejan sola en una pequeña porción de tierra rodeada por agua. Llueve y observo las gotas desde el otro lado de la ventana, en una cálida sala con una hoguera y todo. Todos están allí. Toda mi vida. Sus sonrisas, mis llantos, nuestras experiencias. No hay mucho, no es gran cosa, pero es la perfección, la plenitud, la armonía.
Bailo al son de la música. Música y pintura. Música, pintura y poemas. Añadamos filosofía. La vida sin ella, no es vida. 57 segundos.

Abro los ojos y decido sonreír. Aún me sobra un segundo.

Voy a comerme el mundo.

lunes, 25 de mayo de 2009

Desengaños.

Esta mañana me he levantado prontito por la mañana, de buena fe, para repasar el temario de neurociencia y aclarar conceptos que no tenía claros a estas alturas. Al llegar al metro, mi pensamiento era muy optimista, o, al menos, más optimista de lo que cabía pensar. "Bueeeeno, no lo llevo tan mal". Pero se me ha ocurrido ponerme a mirar el examen fotocopiado de un año anterior y mi optimismo y buena fe se han ido desinflando poquito a poco.
Cuando llegué al A y me encontré con Luci me animé un poco más, porque total, ya no era yo la única que no entendía la mayoría de las cosas. Y total, la recuperación es dentro de dos semanas. Y, además, nos quedaba la cerve postexamen y el incentivo de Ayerbe.
Llegamos a las puertas del Salón de Actos, y empiezo a ver gente con apuntes, gente histérica preguntando a última hora qué hacía esto y qué hacía lo otro. Luci y yo nos metemos en nuestra burbuja y a mí me queda claro que me sé más bien poco. Pero aún pienso que la profesora no es tan malvada y que no pondrá preguntas hiperdifíciles como las que estaban lanzando a mi alrededor. Luci yo decidimos no acercarnos al bollo de gente conocida, y, sobre todo, no acercarnos a ZaragozAna. Así que nos quedamos las últimas y entramos, efectivamente, las últimas.
Las instrucciones de siempre: DNI sobre la mesa, DNI en la hoja de respuestas, contesten a lápiz que el boli no lo lee bien la máquina y no se puede borrar, no hablen, no den la vuelta hasta que no lo diga, si suspenden tienen otra oportunidad en dos semanas, si no me entregan los trabajos de las prácticas en esta semana van directamente a septiembre (¡mierda! ¡Los trabajos!).
La tranquilidad antes del desastre. Todos en silencio. Un "pueden comenzar su examen" y el murmullo de las hojas dándose la vuelta lo inunda todo. Primera pregunta: oxiti..¿qué? Primera en la frente. Y la segunda. Y la tercera. Anda, un dibujito... ¡mierda, no entiendo nada!
Respondo a 26 de 40, muchas de ellas a boleo con mi técnica de: "si hay una opción en la que ponga "todas son verdaderas" ésa es la correcta". 30 minutos más tarde, salgo a la par que Luci, las dos riéndonos porque sabíamos lo que había pasado.
Resulta que la profesora sí que iba a poner preguntas tan difíciles.

Encontrarse con Miguelón a la salida (hola, Antisocial, te nombro XD) y ofrecerle la posibilidad de huir de los "¡Oh, no! ¡Me he dejado una! ¡Voy a suspender! ¡El cielo se caerá sobre mí! ¡El mundo dejará de existir porque yo he suspendido!" y esas cosas. Pero ha rechazado nuestra invitación, así que nosotras hemos huido hacia el césped a llorar (de la risa) y a relajarnos con nuestro tercio.
Al final, he acabado prometiendo que si lo apruebo (que sería de pura coña) me tiraré por la colinita de césped cual croqueta rebozándose. Y menos mal que me he callado a tiempo, porque se lo han tomado en serio y el siguiente paso era decir que lo veía tan imposible que si aprobaba, no sólo haría la croqueta, sino que haría la croqueta sin camiseta.
No creo que tenga que hacerlo, pero oye... la esperanza (y la vergüenza) es lo último que se pierde.

domingo, 24 de mayo de 2009

Lóbulos, cisuras entre ellos, hemisferios, glándulas, hormonas, células varias, neuronas con sus maravillosos somas, dendritas y axones que no pueden ser todas iguales, no. Sus formas, sus situaciones exactas, sus funciones, sus incapacidades, sus descubridores. Sus nombres raros, sus pliegues imposibles. Y mi cabeza va a estallar. Me duelen 48 de las 52 áreas de Brodmann.

Yo me pregunto: ¿y si en vez de utilizar todas esas áreas para estudiar las áreas se utilizaran para cosas más chachis como, por ejemplo, crear cositas que hagan que el conocimiento se implante directamente en nuestros cerebritos? No, ¿para qué?

Estoy cabreada con el mundo, conmigo y, sobre todo, con todos los neurocientíficos del mundo habidos y por haber.

Os mataré a todos.


PD: sí, esto es una rabieta de niña pequeña. Y sí, ya sé que si nadie hubiera estudiado todo eso no existiría la psicología. Lo sé todo. Y, que conste, me encanta saber esas cosas, pero no me gusta estudiar a contrarreloj. he dicho.

sábado, 23 de mayo de 2009

Mortales Iluminados.

Pero qué buenos son Sínkope, joder.



Nah, hoy no hay texto porque estoy vaga (¡oh! ¡qué novedad!) y tengo que estudiar, aunque no me apetezca absolutamente nada. Así que escuchad a Vito y reflexionad, joder, que es muy sabio.

Y hoy utilizo más de la cuenta la palabra joder, pero es que suena tan bien cuando tienes que hacer algo que no te apetece...

viernes, 22 de mayo de 2009

Hola, ¿qué tal? Soy una zorra.

Ya sabía yo que eso de no ir a clase algún día me traería consecuencias. Hoy, sin ir más lejos, he comido sola y fría maldiciendo a mi fiel compañera de bibliotaper, hasta que me he encontrado con otras compañeras que me han dicho que la clase que teníamos se había alargado porque el otro día no fue. ¿Resultado? Yo, sintiéndome estúpida y sin querer estudiar (sin mi zaragozAna preferida ya no sé hacerlo), con una hora hasta que saliera, sin hacer nada. Entonces, pensé: pues voy a subir algo al blog en los ordenadores chuchurríos de la facultad. Y luego vino la pregunta: ¿qué subo? Y he aquí mi respuesta: voy a describir detalladamente una de mis teorías más aplaudidas. Sin más dilación: La Teoría del Punto de Zorrismo.

Bien, hasta ahora, quien no haya escuchado ya mi teoría (que de los que leen esto, van a ser pocos), pensaba en una zorra como una mujer de vida alegre y con los cascos un poco sueltos... vamos, pensaba en una puta. Y aquí estoy yo para hacerle frente a nuestro vocabulario sexista y aclarar términos.
Para mí, una zorra es una persona admirable. Una persona astuta, como un zorro. El motivo de que lo use en femenino (independentemente de si va dirigido a hombres o mujeres) es que las mujeres tenemos, por definición, un alto punto de zorrismo.
No se me malinterprete: TODOS tenemos una zorra en nuestro interior, pero en el caso de la mujer está más desarrollado porque la sociedad nos ha obligado a esto.

Pero, ¿qué es una zorra? Una zorra es una persona que se aproveha de sus habilidades pensantes para conseguir lo que quiere. También puede llamarse chantaje emocional. Pero ésta no es la única cualidad de la zorra. Una zorra también utiliza sus habilidades para reírse del mundo y burlarse de las personas más débiles mentalmente hablando y que le joden. En definitiva, es lo que comúnmente se llama ser manipulador.
Está más ligado a las mujeres porque si la sociedad nos ha privado de tener fuerza física, de algún modo tendremos que salirnos con la nuestra. Sin embargo, no caigamos en los prejuicios que nos ha inculcado la televisión "el egoísmo es malo", "la manipulación es mala"... bah. Morales sin moral ninguna, ¿está bien ser un hijoputa siendo sincero y sonriendo? La respuesta, amigüitos, es no. El secreto reside en utilizarlo en medida justa, como todas las cosas. Cuando una persona se pasa de zorra, se convierte en una puta (sea hombre o mujer). Y ser puta SÍ es malo porque se utilizan las habilidades para el mal.

Pongamos por ejemplo a un superhéroe y un supervillano. Ambos tienen poderes. El primero los utiliza con moderación, sabiendo lo que es capaz de hacer si se descontrola, pero eso no le impide utilizarlo siendo un poco malo a veces si está en peligro. El segundo se aprovecha de sus habilidades para acabar con el mundo y controlar el universo... eso es descontrolarse. Lo primero, es una zorra, que sólo aprovecha lo que la naturaleza le ha dado para el bienestar común y propio (tener por amigo/a a una zorra siempre es muy útil). Lo segundo, una puta a la que se le ha subido a la cabeza sus posibilidades (tener como amiga/o a una puta es... una putada).

El caso es que no todo el mundo sabe ser una zorra. A menudo se escapa de las manos de quien quiere serlo sin tener ni idea y acaba hiriendo a los demás. Esto, también es malo. Hay que aceptar el punto que tenemos de zorrismo, y saber explotarlo sin querer ir más allá. Y si el punto de zorrismo es demasiado alto, hay que saber controlarlo para con acabar siendo una puta.

Si, para usted, que está leyendo, todo esto es nuevo, se niega a creerlo y ha pensado o dicho "¡yo no soy una zorra!" ofendidísimo, siento comunicarle que usted tiene un punto de zorrismo bastante alto. Negarlo, como siempre, es el primer síntoma de que el problema existe en niveles altos. Acéptelo. Le doy unos minutos.

¿Ya? Bien. Ahora que está asumido, empiece a explorar sus habilidades sabiendo que las tiene. Pero cuidado. Sé que me repito mucho en este punto, pero es que es realmente peligroso: úselas con moderación.

Ahora, disfrutad de vuestra nueva vida. Más adelante me daréis las gracias.

Y, por si cabían dudas: yo soy una zorra. Y soy una zorra orgullosa.



En próximas entregas, cuando se recuperen de esto, les hablaré de qué es una cierva (teoría cogida prestada de Blanca), las diferencias que tiene con una zorra y qué pasa cuando ambas personalidades se juntan ascenciendo a nivel de zorva (¡la teoría de la zorva es totalmente nueva! Sí, pierdo mucho tiempo en pensar estas tonterías)

Carta a Nuestra Memoria (III)

No me había dado cuenta de que me aproximaba peligrosamente al banco donde estabas sentada, y mis amigos se estaban divirtiendo tanto adivinando lo que pasaría, que decidieron dejarme actuar libre, yendo hacia mi destino sin remedio alguno.
Y ahí estabas tú, leyendo un libro tranquila. Recuerdo haberte mirado sin entender qué hacías ahí y cómo no me había dado cuenta. No sé cuánto tiempo estuve aguantándote la mirada, pero me parecieron minutos eternos en los que no podía parar de examinar tus ojos.
Oía a Carlos y Juanjo riéndose de mí y de mi torpeza, pero era como si un acuario de varios metros de ancho estuviera entre nosotros y ellos. Un acuario con unas paredes muy gruesas de cristal, con agua y un millar de peces enanos de colores en su interior. Eso es todo lo que puedo decir de la distancia que sentía con ellos. Sin embargo, la distancia entre tú y yo era mucho más corta. Pensándolo ahora lógicamente, debía de haber cosa de un metro entre nuestras cabezas, ya que tú estabas sentada y yo de pie y además había retrocedido un paso al notar el golpe; pero en mi memoria, la distancia entre tú y yo no era mayor que la que separa a un labio de otro cuando una persona habla.
Con tu mano izquierda sujetabas el libro que leías, uno de poemas que, según me contaste después, te habían regalado y leías por cortesía, de otra manera, jamás hubieras escogido un libro de poesía. Ahora sé que la detestas, aunque sigo sin comprender por qué.
Entre los dedos índice y corazón de tu diestra se apalancaba un cigarro casi consumido, ávido de tus labios una última vez antes de morir. Tú satisficiste su último deseo, le diste una calada y lo tiraste para rematarlo después con la punta de tu sandalia derecha, sin ni si quiera mirarlo.
Tus ojos grandes y marrones miraban serenamente a los míos, marrones también pero sin la magia de los tuyos. Pedían una explicación que, supe, no te importaba en absoluto, pero te intrigaba.
Tus labios dibujaron una sonrisa burlona y amable a la vez, luego reprimiste una carcajada que me hizo volver a la realidad, una vez más.

-Perdón –conseguí decir con esfuerzo –. Me he tropezado.
-Lo he notado –dijiste tú, sonriendo aún.

Carlos me agarró del hombro y me hizo moverme, diciéndote algo acerca de mi torpeza. Yo seguía sonriendo, mientras me despedía de ti con la mano. Ese gesto hizo que durante mucho tiempo pensara que me habías visto como un auténtico estúpido, aunque no reprochaba nada, yo mismo me parecía un estúpido.
Suerte que a ti te pareciera… “mono”.

jueves, 21 de mayo de 2009

La gente normal se podía morir, lala-lala-lala-la-lá.

Yo siempre he pensado que era una persona completamente normal. He sido así toda mi vida, ¿por qué iba a ser yo la rara? Lo raro debía de ser el resto del mundo porque es lo que es diferente... a mí.
Después de muchos años y muchas charlas descubrí que no, no soy normal. Bueno, qué se le va a hacer. Se sobrelleva como se puede, caminando por ahí y conociendo gente a la que "lo normal" le parece tan extraño como a mí. Por Buda que no hablo de la gente que mea un árbol por ser antisistema. Me refiero, más bien, a esa gente que piensa y reflexiona sobre el mundo y se da cuenta de que las cosas no andan bien, de que al mundo le falta un hervor y un poquito de corazón.
"Todos somos diferentes en nuestra igualdad" rezan los más progresistas. Se plantean eso de la igualdad como si fuera su biblia, bajo estandartes y banderitas de uno u otro sistema político que... bueno, no suelen corresponderse con lo que dicen, al menos históricamente, aunque no seré yo quien hable de historia, preferí siempre la filosofía. ¿qué música escuchas? ¿qué ropa usas? ¿de qué equipo eres? ¿y tu partido político? Puedo contestar a eso sin mucha precisión: música, ropa, de ninguno, ninguno me convence lo suficiente como para decir que es mío.
Nunca he sabido decir qué soy, y estoy orgullosa de ello. Las etiquetitas no van conmigo, pero no por ser inetiquetable, sino porque no sé qué etiqueta ponerme. Soy muchas cosas: soy Patricia, soy mujer, soy universitaria, soy castaña (o rubia, o castaña clara, lo que queráis); soy irónica, apasionada, y un poco cursi, soy sincera, soy libre; soy melómana, soy una lectora empedernida, y una escritorcilla; practico el llevar la contraria como deporte y diversión, soy humilde cuando toca serlo, aunque también puedo ser lo más ególatra que te puedas echar a la cara; lujuriosa, gulosa, avariciosa, perezosa, iracunda, envidiosa y soberbia; soy agnóstica y creo en la Vida; soy dulce y guapa o grosera y horrenda (depende de a quién preguntes); soy de un humano que asusta e inhumanamente despiadada verbalmente hablando; pensante, redundante y, metafóricamente hablando, una metáfora. Soy rara y eso es lo más normal que tengo.

Esto resume una parte de lo que soy y pienso. Dadle al play, y dejad de hacer preguntas que no sé contestar:

Carta a Nuestra Memoria (II)

Segunda entrega. Ésta es de mis partes favoritas de lo que llevo hasta ahora.

Aquel día, en el parque, pensaba en mis problemas con ese afán egocéntrico de cualquier crío de 18 años; problemas que no eran en absoluto importantes, aunque eso no lo supe hasta bien tarde; por entonces, se me derrumbaba el mundo cada vez que me sumegía en cosas como mis exámenes para el acceso a la universidad tan próximos y a los que tan poca atención les había prestado; en mi hermana Arancha y en su facilidad para elegir malas compañías y desesperar a mis padres; en Juanjo y en Carlos y en si seguiríamos siendo amigos el verano siguiente, cuando cada uno hubiese empezado su camino…Perdía tanto tiempo pensando, que no disfrutaba de los que podían ser los últimos momentos con mis mejores amigos. Y es que siempre fui más de pensar que de actuar, aunque eso cambió con el tiempo, y contigo.
Mientras captaba alguna palabra suelta de Carlos, sin atender a su discurso, mi mente vagaba entre las hojas de los árboles en flor, como impulsada por la brisa primaveral.
Suspiré mirando las nubes en lo alto del horizonte, hasta que mi vista topó con la copa de un árbol; seguí su figura hasta llegar al pie del tronco y entonces allí, parado, estaba el perro más majestuoso que he visto en mi vida. Un chucho que, de haberse puesto en pie, tal vez me hubiera ganado en mi metro ochenta de altura. El pelo sedoso color plata, y los ojos de un azul que nunca he vuelto a ver, un azul tan intenso que ni si quiera un pintor flamenco lo podría haber conseguido para sus cuadros. Caminaba despacio, observando con desdén lo que había a su alrededor. Sé que parece una locura, pero así es como era el animal, y no he visto en todos los años de vida posterior, ningún humano que se semejara a él en su opulencia.
Es curioso cómo un detalle en apariencia tan insignificante puede cambiarlo todo cuando nuestros ojos recaen en él, de forma tan efectiva y radical. Este detalle que te estoy narrando en particular, a mí me cogió en un momento de inestabilidad tal que veía cómo todo oscilaba ante mí, igual que se ve una imagen cuando se interpone ante ella una columna de gas. Pero también he visto cómo se retorcía el futuro a pesar de creerlo fijo e inamovible por un detalle que al destino y a la casualidad se les antoja plantar en un preciso momento. De hecho, así es como me siento, eso es lo que me pasa ahora. Ésa es la razón por la que te escribo esta carta, querida. Pero ese punto te lo explicaré más adelante: no quiero anticipar acontecimientos; si lo hiciera, no sería buen escritor, y lo único que tengo seguro es que sí lo soy. Eso, y que te quiero, nunca lo olvides.

¿Por dónde iba? Ah, sí, el perro.
Su dueña, una niña de unos 6 ó 7 años, le llamó con un silbido y gritó para que se acercara. No me extrañó oír cuál era su nombre. Seguí a Sultán con la mirada, cómo se movía con la parsimonia exquisita de los que saben que tienen tiempo para perder y deciden perderlo haciéndose notar. Despacio, como si le dijera a esta vida puta que no podrían con él. Los ojos cansados, pero la mirada altiva. Llegó a los pies de la niñita y se mostró indulgente con ella, como si le tuviera una especial simpatía, con el hocico le dio un toque cariñoso en pecho, que era por donde le llegaba el perro. Ella alzó su mano y le acarició detrás de las orejas al tiempo que Sultán lanzaba un ladrido al aire. Se me antojó la escena como sacada de una película muda en blanco y negro y con los carteles de los diálogos en inglés: “Thank you for coming” decía la niña. “you’re welcome” decía Sultán. La niña echó a correr por el borde del Lago Gris del parque, y el perro la siguió.

Yo había seguido andando mientras observaba mi escena, y sonreía como un tonto en mi ensimismamiento. Pero mientras se alejaban, algo me sacó de la película muda como quien en el cine sufre uno de esos espectadores que no quitan el sonido a su móvil. Tropecé con algo que me volvió a la vida real. Seguro que ya has adivinado qué fue. Exacto, fuiste tú.

martes, 19 de mayo de 2009

Carta a Nuestra Memoria (I)

Primer extracto. Tengo para mucho más. Afortunadamente, el gusanillo no me ha abandonado.


Lo más difícil de esto es verte ahí tumbada, vestida de mujer y con una fina sábada como capa, estar a unos pocos pasos de ti, y no poder dejar de escribir lo que estoy escribiendo.
Quizás te lo hayan dicho muchas veces, pero eres la mujer más hermosa que he visto nunca. Ya sé que no es original, pero, al contrario de lo que todos piensan, incluso para un escritor, a veces las palabras más sonadas son las que más se acercan a lo que uno siente. Es como si dijera que te amo, no podría decirlo de otra manera, porque, en algún momento de la historia, el hombre decidió que esas palabras eran una superlativización de todos los buenos sentimientos que se pueden tener hacia otra persona con la que se quiere compartir el resto de la vida, el resto de palabras se quedan cortas.
Si estuvieras despierta me dirías, con tu sonrisa pícara, que me callase. Tus mofletes enrojecerían y mirarías para el suelo, muerta de vergüenza. Puede que al leer esto hagas exactamente lo mismo, es una pena que no lo vaya a ver. Me dirías que tú no eres hermosa. Me dirías que en realidad no te amo. Y me pedirías que te abrazara. Y yo, claro, lo haría susurrándote que te equivocas en todo.

Recuerdo la primera vez que nos vimos, como si fuera ayer. Yo charlaba con Juanjo y Carlos, caminando en busca de un buen sitio para sentarnos bajo la sombra de algún árbol viejo. Ese día estaba tan disperso, que ni si quiera escuchaba las bromas que hacían esos dos burlándose de mí y de mi ensimismamiento.
Recuerdo los detalles de alrededor, recuerdo tu pose, tu ropa, tu mirada. Podría recordar tu olor si hubiera estado lo suficientemente concentrado como para reparar en él. Aunque diría, sin miedo a equivocarme, que olías a esa mezcla de champú de frutas y el aroma suave pero envolvente de tu perfume. Así es como has olido siempre, o al menos eso es lo que mi memoria me permite recordar. Nunca pude dejar de respirar el aire que había a tu alrededor cuando estabas cerca. Con el tiempo, aprendí a saber cuándo te acercabas sólo por el olor que empezaba a flotar en el aire. Incluso ahora lo huelo, desde aquí. Y lo que más lamento, es que no podré volver a quedarme hipnotizado mientras mis pulmones se llenan de ti.

Pero ésa es otra historia. Ahora, centrémonos

lunes, 18 de mayo de 2009

Quiero Dormiiiiiiiiiiiir.

Siento decir que no, no me ha llegado hasta este momento todas esas emociones que con precipitación y faltas de escritura (¡pardiez! lo que hace el estar con la hiperactividad por las nubes) os describía esta mañana. En concreto, la que más echo en falta es la falta de cansancio, que se ha convertido en un cansancio épico, y es la que me va a impedir subir esta noche el texto. A no ser que dentro de un rato me espabile y me dé otra oleada de hiperactividad y me ponga a pasar cosas al ordenador como alma que lleva el diablo.
Pero no sufráis, que, a lo tonto, tengo historia para un rato. De hecho, podríamos incluso llamarlo novelita. Estoy contenta. 10 caras de manuscrito es motivo para estarlo. Y tengo en mente otras tantas, mínimo. Aunque no lo digo muy alto y cruzo los dedos. Como quiero ahcerlo bien, iré escribiendo cada vez que mi gusanillo me visite. Ahora mismo seguiría rellenando páginas y páginas, pero creo que si toco un solo boli más por hoy, explotaré. De hecho, no creo que tenga fuerzas para levantar un boli. Es más aún, no sé ni cómo tengo fuerzas para aplastar los dedos contra el teclado y que salga algo coherente (porque... es coherente, ¿no?).

En fin, que todo lo que tengo en la cabeza son cosas como blablabla Pavlov, blablabla condicionamiento clásico, blablabla EI, EC, RI, RC.
Y también algo así como blablabla neurotransmisores, blablabla, crebro, blablabla sinapsis.
Menos mal que tras todo eso, hay una voz mucho más potente diciendo: blablabla casa rural, blablabla, casa rural, blablabla, casa rural.

Ataques de confianza.

Esta mañana estoy pletórica, espléndida, ilusionada, motivada, y casi nada cansada. Esto último es algo novedoso para mí, así que se me provoca la alegría típica de las cosas nuevas que te sacan de una rutina que suele engullir el alma de los más despitados y de los menos fuertes.

(No te vayas por las ramas, querida). El caso es que llevo días trabajando en una nueva historieta y esperando a que el gusanillo en el estómago, ése que los que escribimos de vez en cuando atreviéndonos a llamarnos escritores (escritorcillos sería un término más correcto, en realidad)solemos denominar musa, inspiración, o ganas de escribir (allá cada cual con sus palabras, me visitara.
Pues bien, el gusanillo ha acudido a mi estómago esta mañana, y desde que puse el pie derecho en el suelo, tuve claro lo que iba a escribir (o más bien continuar, porque el principio está por aquí, en un borrador de esos tan majos que blogspot nos reserva a la gente que, como yo, necesita una segunda vuelta para publicar sus chorradas sabiendo que esas chorradas va a ser leídas y que a veces hay gente con criterio al otro lado de la pantalla y no queremos defraudar demasiado).
Tal era mi concentración esta mañana que mientras desayunaba (¡otro hecho insólito en mi vida cotidiana!)se me ha ido el santo al cielo y al final he salido tarde de casa (esto no es nuevo) y no he llegado a primera hora a clase, total, una clase más que una menos de lógica, ya no se nota, y tampoco me sentiría muy cómoda en una clase de lógica siendo tan ilógica como soy últimamente (¡vivan los chistes internos que sólo una persona entenderá!).
Durante la hora de trayecto que tengo desde mi lindo barrio hasta el culo del mundo alejado de toda civilización que se hace llamar Campus de Somosaguas, he estado escribiendo como una posesa. Casi cierran el metro conmigo dentro en la última parada porque estaba como poseída venga a sacar palabras de mi cabeza al cuaderno que siempre me acompaña a través de la mano, y de la mano al lápiz. Y los siguientes veinte minutos ha sido más de lomismo, en ese autobus que me lleva al culo del mundo. Me encanta que la gente me mire raro cuando estoy escribiendo catatónica a mano, a lápiz y en un transporte lleno de baches, es una sensación maravillosa; aunque hoy no la he disfrutado mucho, porque, como digo, estaba más concentrada escribiendo.

Y, después de todo este rollo que no sé si a alguien le interesará pero que yo he tenido el imperioso impulso de relatar, me voy a clase, porque volveré a llegar tarde (sin novead, de nuevo).

Esta noche subiré al menos la primera parte. Antes, me espera una rica jornada de taper y biblioteca, o como nos gusta llamarlo por aquí bibliotaper. Esperemos que me dure el estado hasta entonces.

viernes, 15 de mayo de 2009

Ribadesella.


Pies descalzos pisando la arena pedregosa. El agua le acariciaba las puntas de los dedos. Su imagen en el reflejo era perfectamente nítida. Nunca se había parado a pensar lobonita que podía ser su sonrisa, pero tampoco le extrañó: nunca nadie se fijaba en él, ¿por qué iba a hacerlo él mismo? La mochila al hombro le pesaba, pero estaba tan maravillado con lo que tenía ante sí que no pensó en soltarla en ningún momento.
La cabeza le daba vueltas. Unas vueltas que se le antojaron cómodas. No quería salir del trance, nunca. Pero sabía que tendría que volver al monstruo de asfalto y contaminación, algún día.
Se dio por vencido, y se sentó frente al rugido de las olas. Los pantalones se le mojaron con la arena húmeda, pero nada podía perturbarle. Se sintió fuerte. Fuerte e insignificante a la vez. Apretó los puños y lanzó un juramento en silencio a los pájaros que dibujaban con sus alas el atardecer.
Cuando el agua empezó a salpicarle la cara con cada sacudida decidió que era hora de regresar.

Seis horas de viaje para ver el mar durante dos horas, y algunos le llamaban loco. Otras seis de vuelta para volver al cementerio de almas que llamaba ciudad, y le aplaudían. Ahora tenía claro que él no era el desequilibrado.
El motor rugía. Dejaba su hogar atrás, pero volvería. Lo había prometido.



Qué difícil es vivir en un sitio que odias y a la vez amas. Qué difícil es sentir que tu tierra es otra, pero que no podrás salir jamás de ese cementerio en el que vives y al que estás demasiado unido.

jueves, 14 de mayo de 2009

Calma.

Estar en calma significa levantarse un jueves que parece viernes a las 10 de la mañana, con tranquilidad, sabiendo que en la otra punta de Madrid había una clase. Salir a la calle y que el airecillo primaveral recorra los pantalones hippiescos que han caído hoy sobre las piernas. Ir escuchando todo el camino al extraordinario Drexler, y que eso haga que los pulmones se llenen de paz. Que se vaya el autobús porque el estrés no ha acudido a los pies para correr (se podría haber cogido, sí). Seguir con Drexler. Más Drexler. Y llegar a la facultad y que haga un día genial. Más Drexler. Una clase de lógica bastante ilógica que se convierte en media, y un sólo ejercicio hecho ¡bien! Y a casa de nuevo. Con una fotocopiadora loca y una mixta regalada por medio. Y en un bus el apoyo de una amiga a las locuras que pasan por la cabeza y que no son tan locuras. Y más Drexler. Este hombre es un puto genio.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Rutina.

Levántate. Apaga el maldito despertador (mierda de aparato aliado con mis demonios internos, ¿por qué no me dejáis dormir en paz?). Una pequeña reflexión. Vuelve a la cama (hoy le pueden dar bien por culo a la universidad).
Vuelve a levantarte. Prepárate un café que te abra bien los ojos. Aprovecha el tiempo (siempre la misma cantinela, quisiera tener tiempo para desperdiciarlo). Haz algún trabajo atrasado. Estudia un poco. Te cansas.
Mira mails. Blogs. Webs. Noticias interesantes. Tuenti (que no falte). Ahora fúmate un piti, que te lo mereces.
Hazte la comida. Come. Ve alguna serie. Pero no te pases, que tienes que estudiar (joder, no quiero).
Ya. Se te acabó el relajo. Ponte a estudiar neurociencia (sí, eso, que es poco pestiño. A ver si consigo no dormirme).
Vale, puedes conectarte un rato al MSN (primero una ducha, me irá bien). Y ahora sonríe. Eso, siénte bien (me siento bien). Cena.
Joder, tú, son las 2:30. Mañana no te levantas ni de coña (mañana tengo que levantarme... ya veremos).
Duérmete (sueño, ven a mí). Mañana será otro día (mañana otro día igual). Quizás mañana sea diferente (otro monótono día igual. Con el mismo sol, con las mismas cosas por hacer. Los mismos sentimientos). Deja de pensar, duérmete ya.
Hoy ha sido un buen día (hoy ha sido un buen día).

El día siempre mejora al final. Todo se pone de acuerdo. Los ojos se cierran. Todo está en calma. Todo en armonía. Sí, quizás mañana sea diferente.

lunes, 11 de mayo de 2009

Tonterías.



Pues eso. La imagen (hecha con mucho esmero, como veis) lo dice todo.

Qué le vamos a hacer. Me gusta disfrutar de mis tonterías. Estoy orgullosa de ellas. Por eso, se las enseño al mundo. No hay nada más gratificante que ser absurdo y saberlo.

Aquí dejo el vídeo, no tiene desperdicio:

domingo, 10 de mayo de 2009

Domingos reflexivos.

El domingo ha vuelto a mi vida, joder. Me ha pillado con la boca seca, un dolor de abdominales increíbles por haberme reído tanto y un genial recuerdo. Y otra vez me agobio pensando en que tengo mil cosas que hacer, dos mil que estudiar, y nada de tiempo. Niños, un consejo: nunca jamás se debe decir "esta vez empiezo a estudiar dos meses antes" ¿la razón? Que empiezas pensando que te queda tiempo y terminas a dos semanas del primer examen, de resaca, sin apuntes y con agobio.
Si es que el tiempo es así de raro: un día estás llorando porque has dejado a tus compañeros de bachillerato, al siguiente conoces gente nueva de la universidad, media hora después te decepcionas, dos horas más tarde ya puedes llamar amigo a alguien, y tan solo una semana después estáis haciendo planes para verano porque se os ha acabado el curso. Semana y media, más o menos. Eso es lo que yo he sentido este curso: velocidad.

Si es que la vida es tan efímera que hay que vivirla a pasitos cortos con grandes emociones. Que no estamos como para desaprovechar las oportunidades buenas que nos vienen, hay que disfrutarlas aunque sepamos que cabe la posibilidad de una mala consecuencia; y si eso llegara a pasar, ya se solucionará, sobre todo si se saben apreciar los momentos agradables y olvidarse del resto.

El arrepentimiento dejémoslo para las cosas que no hacemos, que para arrepentirse de lo que se hace, mejor que no se haga nada.

¿Que en nada me juego el curso entero y aún no sé por dónde cogerlo? Está bien: tengo que ponerme las pilas a toda velocidad. Pero llorar y lamentarse, amigüitos, no sirve de nada.

Y tendré que hacerlo todo aunque hoy me sienta así:

viernes, 8 de mayo de 2009

Chst, chst...

No sé si se habían dado cuenta, pero... ¡es viernes!

Dejen actuar a la primavera: salgan, diviértanse, emborráchense, consuman drogas blanda, y no se olviden del sexo ni del rock'n'roll.

¡Buen rollo para todos!

Pensamientos ahumados.


Es como procesar un pensamiento. Sólo tienes que cogerlo entre tus dedos, prenderle fuego y observar cómo poco a poco se va extinguiendo hasta que quedas satisfecho con el resultado. A no ser que no haya sido lo suficiente satisfactorio y el haber llenado tus pulmones con claridad te lleve a querer más; entonces, se coge otro pensamiento relacionado y se repite el procedimiento.

Algunos cuestan nada de esfuerzo, y cuando te quieres dar cuenta, ya lo has entendido todo, ya se ha acabado. Otros hacen que se viva un suplicio, que te cueste dar el siguiente paso, y al final decides dejarlos a medias; ya sea para luego o para nunca.

Puedes ver cómo la estela del pasado no desaparece, sólo se convierte en ceniza. Ceniza que olvidarás. Siempre acompañado de una quema de impurezas que se elevan en el aire en forma de humo.

Mientras se está pensando, depende del estado de ánimo, se mira al techo mientras te llenas de paz, o al suelo, mientras las preocupaciones, en vez de disminuír, aumentan, asumiendo que tendrás que coger muchos más pensamientos antes de llegar al final.

Y el crepitar. ¡Ah, el crepitar! El crepitar del papel ya escrito quemándose. Cuántas veces he querido escribir sobre ese sonido. Es similar al ruido que hacen ciertas personas cuando rumian algo para sus adentros, o los tics. Es un ritual más.

Esto es para mí fumar. Sé que daña mis pulmones, pensar también daña a veces.
Ahora mismo, me fumaría una caja entea de pensamientos felices y ñoños. Y, aún así, sé que no se me quitarían las ganas de ese abrazo que espero. El tabaco no lo suple todo.

jueves, 7 de mayo de 2009

La realidad de las palabras.

Leer a Cortázar a mí me mata. Me mata porque supo dónde dar cuando escribía. Porque sabía ponerse en la piel de todos para simular una discusión filosófica. Porque mezclaba perfectamente el intelecto con el sentimentalismo. Porque 25 años después de su muerte, sigue haciendo sentir lo que a mí me hace sentir. Porque soy incapaz de elegir la parte más importante de su texto y acabo poniéndolo todo.
Porque yo jamás seré capaz de hacer eso, de escribir esto:

"-Estás usando palabras -dijo Oliveira, apoyándose mejor en Etienne-. Les encanta que uno las saque y las haga dar vueltas por la pieza. Realidad, hombre de Neanderthal, miralas cómo juegan, cómo se nos meten por las orejas y se tiran por los toboganes.

-Es cierto -dijo hoscamente Etienne-. Por eso prefiero mis pigmentos, estoy más seguro.

-¿Seguro de qué?

-De su efecto.

-En todo caso de su efecto para vos, pero no en la portera de Ronald. Tus colores no son más seguros que mis palabras, viejo.

-Por lo menos mis colores no pretenden explicar nada.

-¿Y vos te conformás con que no haya una explicación?

-No -dijo Etienne-, pero al mismo tiempo hago cosas que me quitan un poco el mal gusto del vacío. Y ésa es en el fondo la mejor definición del homo sapiens.

-No es una definición sino un consuelo -dijo Gregorovius, suspirando-. En realidad nosotros somos como las comedias cuando uno llega al teatro en el segundo acto. Todo es muy bonito pero no se entiende nada. Los actores hablan y actúan no se sabe por qué, a causa de qué. Proyectamos en ellos nuestra propia ignorancia, y nos parecen unos locos que entran y salen muy decididos. Ya lo dijo Shakespeare, por lo demás, y si no lo dijo era su deber decirlo.

[...]

-También habló de las palabras -dijo Gregorovius-, y Horacio no hace más que plantear el problema en su forma dialéctica, por decirlo así. A la manera de un Wittgenstein, a quien admiro mucho.

-No lo conozco -dijo Ronald-, pero ustedes estarán de acuerdo en que el problema de la realidad no se enfrenta con suspiros.[...] De acuerdo en que no hay que fiarse de las palabras, pero en realidad las palabras vienen después de esto otro, de que unos cuantos estemos aquí esta noche, sentados alrededor de una lamparita. Sin palabra alguna yo siento, yo sé que estoy aquí -insistió Ronald-. A eso le llamo realidad. Aunque no sea más que eso.

-Perfecto -dijo Oliveira-. Sólo que esta realidad no es ninguna garantía para vos o para nadie, salvo que la transformes en concepto, y de ahí en convención, en esquema útil. El solo hecho de que vos estés a mi izquierda y yo a tu derecha hace de la realidad por lo menos dos realidades, y conste que no quiero ir a lo profundo y señalarte que vos y yo somos dos entes absolutamente incomunicados entre sí salvo por medio de los sentidos y la palabra, cosas de las que hay que desconfiar si uno es serio.

-Los dos estamos aquí -insistió Ronal-. A la derecha o a la izquierda, poco importa. Los dos estamos viendo a Babs, todos oyen lo que estoy diciendo.

-Pero esos ejemplos son para chicos de pantalón corto, hijo mío -se lamentó Gregorovius-. Horacio tiene razón, no podés aceptar así nomás eso que creés la realidad. Lo más que podés decir es que sos, eso no se puede negar sin escándalo evidente. Lo que falta es el ergo, y lo que sigue al ergo, es notorio."


(Julio COrtázar, extracto de Rayuela)


¿Cómo os quedáis? ¿Qué pensáis? Yo estoy con Oliveira.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Liberación de un peso en el estómago



A veces uno no tiene palabras para describir lo que hace, lo que dice, lo que le piensa. Por eso lo nombra con lo primero que se le ocurre. Flowklorikos decidió llamar 13 a la canción que dejo ahí porque era la número trece. Yo, a lo que me ha pasado hoy lo voy a llamar "liberación de un peso en el estómago"... ya os podéis imaginar por qué.

Dejáos llevar.

sábado, 4 de abril de 2009

¿Cuestión de hombría?

He escuchado muchas gilipolleces a lo largo de mi corta vida. Bien sea por desinformación, por malinformación o por la cabeza y pensamiento de quien recoge la información. Casi todas esas gilipolleces puedo discutirlas sin perder los nervios, dando la información necesaria (cuando la sé), o dando mi punto de vista. Pero hay cosas que no soporto (muchas), y una de esas cosas es oír gilipolleces por querer manipular; y lo detesto más aún si lo que se quiere manipular son las ventas de un disco, por ejemplo; y mucho más aún si la gilipollez tiene algo que ver con temas demasiad serios como para jugar con ellos.

Esta mañana, mientras mi madre escuchaba la radio, he podido captar una frase al aire de un grupo que ni recuerdo: "hace falta ser poco hombre para pegar a una mujer". Estupendo. Ahora el maltrato es cuestión de hombría. Peor aún: toda la violencia es cuestión de hombría.
¿Qué diferencia hay entre pegar a una mujer y pegar a un hombre? No creo que pegar auna mujer sea más grave. De hecho, la mayoría de las campañas contra el maltrato de la mujer me parecen machistas en sí mismas. Y no estoy diciendo que no esté en contra del maltrato. Pero no croeo que pegar a una mujer te haga menos hombre. Creo que pegar a cualquier persona, de cualquier sexo o género te hace menos humano.
Yo soy mujer. Pero no me siento orgullosa de serlo. Simplemente lo soy. Yo no creo en la supremacía de la mujer. No creo en la superioridad de una persona sobre otra: eso es todo. Las mujeres somos iguales, ni mas ni menos. Tenemos diferencias biológicas y físicas, sí; pero nada más. No somos menos fuertes que los hombres. No somos más inteligentes. Somos iguales. No somos personas a las que haya que proteger de nada, y mucho menos tenemos que ser protegidas mediante un eslógan tan triste como es que a cada golpe la hombría disminuye. Lo que hay que suprimir es ese concepto de hombría. No hay que concienciar a los hombres de que son MÁS hombres si maltratan. Hay que concienciar a las mujeres de que merecen un trato igualitario. Y concienciar a ambos sexos de que cuaquier tipo de violencia hace que la humanidad se degrade.
Me sacan de quicio las mujeres que alardean de haber sido maltratadas cuando han discutido con la pareja y ésta le ha dado una hostia. no digo que esté bien. Digo que es igual de denunciable cuando una mujer pega un tortazo a un hombre por cualquier otro motivo (porque le insultan, porque le han puesto los cuernos, porque está enfadada). Todos perdemos los nervios. TODOS. Y no creo que se deba jugar y manipular con el concepto de maltrato, porque hay mujeres (y hombres) que lo sufren de verdad, que tienen miedo, que tienen una gran presión psicológica. Con la ley del pánico que corre hoy en día, con esa estúpida idea de que un zarandeo es maltrato y que hay que tener sumo cuidado con las mujeres, sólo nos convierten en muñequitas de cristal. Ese cuidado hay que tenerlo por todas las personas. Ese cuidado, se llama respeto. Y más de una mujer ha zarandeado a un hombre y no ha pasado nada.

Siempre, desde que tengo recuerdos, he defendido esa igualdad. Cuando los niños, en el patio del colegio, regañaban y se pegaban, no había más problema. Si un niño pegaba a una niña, la profesora se echaba sobre él y le decía que a las niñas no se les pega. Cuando yo estaba involucrada en una de esas peleas de niños y un chico había aprendido que a las niñas no se las pegaba, yo le provocaba y le provocaba, hasta que conseguía el mismo trato. Yo recuerdo haber dicho, con 6 ú 8 años que y no era menos fuerte que un chico, ni más ni menos importante. Que sólo era una persona más. Y que si me quería pegar, que me pegara, que yo me defendería. Me ponía terriblemente nerviosa que un niño me dijera que no me pegaba por ser chica. Lo veía tan ilógico como lo veo ahora. No es cuestión de sexos. Nunca lo será. Y las campañas publicitarias, las campañas de popularización gracias al maltrato y todas esas mierdas, sólo alimentan el machismo.


A lo mejor me he repetido demasiado, pero es el problema que tiene escribir con furia.

jueves, 2 de abril de 2009

Sigo viva.

Es increíble, pero ¡sigo viva!
He sobrevivido a unos exámenes realmente lamentables. A las fiestas post-exámenes-desastrosos. A la no-vuelta a clase. A las dos semanas mortales de preparación y representación de la obra en la que era técnico de luces: La tinaja de los dioses. A la fiesta-recogida de desperdicios post-tinaja. A la semana en que decidí ponerme las pilas con la universidad (y tal). Incluso a empezar a estudiar dos meses antes de los exámenes (sí, tenéis permiso para llamarme enferma). Y ahora estoy aquí. Coleando aún.

Empiezan las vacaciones de Semana Santa y podré descansar como es debido. O al menos podría hacerlo si aprendiera de mis errores y no me hubiera metido para ser técnico de sonido en otra obra de teatro: El Tragaluz. Pero se intentará sobrellevar. Y nadie me quita las fiestas, ni el poder ver a mis amigos otra vez (esos grandes desconocidos desde hace más de un mes).

Y yo, con mis grandes problemas (senti)mentales, con mis dudas a cuestas, con mi cansancio en un bolsillo, y con la música colgando de mis orejas... soy terriblemente feliz. ¡Y qué felicidad tan tonta, oiga! Me apetece escribir mucho y divertirme más. Y me apetece que los planes salgan bien. Y voy a cruzar los dedos, hasta que me quede sin circulación en ellos si hace falta, para que sean unas grandes fechas.

Y, encima, no podréis quejaros, os regalo esto: