martes, 19 de mayo de 2009

Carta a Nuestra Memoria (I)

Primer extracto. Tengo para mucho más. Afortunadamente, el gusanillo no me ha abandonado.


Lo más difícil de esto es verte ahí tumbada, vestida de mujer y con una fina sábada como capa, estar a unos pocos pasos de ti, y no poder dejar de escribir lo que estoy escribiendo.
Quizás te lo hayan dicho muchas veces, pero eres la mujer más hermosa que he visto nunca. Ya sé que no es original, pero, al contrario de lo que todos piensan, incluso para un escritor, a veces las palabras más sonadas son las que más se acercan a lo que uno siente. Es como si dijera que te amo, no podría decirlo de otra manera, porque, en algún momento de la historia, el hombre decidió que esas palabras eran una superlativización de todos los buenos sentimientos que se pueden tener hacia otra persona con la que se quiere compartir el resto de la vida, el resto de palabras se quedan cortas.
Si estuvieras despierta me dirías, con tu sonrisa pícara, que me callase. Tus mofletes enrojecerían y mirarías para el suelo, muerta de vergüenza. Puede que al leer esto hagas exactamente lo mismo, es una pena que no lo vaya a ver. Me dirías que tú no eres hermosa. Me dirías que en realidad no te amo. Y me pedirías que te abrazara. Y yo, claro, lo haría susurrándote que te equivocas en todo.

Recuerdo la primera vez que nos vimos, como si fuera ayer. Yo charlaba con Juanjo y Carlos, caminando en busca de un buen sitio para sentarnos bajo la sombra de algún árbol viejo. Ese día estaba tan disperso, que ni si quiera escuchaba las bromas que hacían esos dos burlándose de mí y de mi ensimismamiento.
Recuerdo los detalles de alrededor, recuerdo tu pose, tu ropa, tu mirada. Podría recordar tu olor si hubiera estado lo suficientemente concentrado como para reparar en él. Aunque diría, sin miedo a equivocarme, que olías a esa mezcla de champú de frutas y el aroma suave pero envolvente de tu perfume. Así es como has olido siempre, o al menos eso es lo que mi memoria me permite recordar. Nunca pude dejar de respirar el aire que había a tu alrededor cuando estabas cerca. Con el tiempo, aprendí a saber cuándo te acercabas sólo por el olor que empezaba a flotar en el aire. Incluso ahora lo huelo, desde aquí. Y lo que más lamento, es que no podré volver a quedarme hipnotizado mientras mis pulmones se llenan de ti.

Pero ésa es otra historia. Ahora, centrémonos

2 comentarios:

Arlekín Negro dijo...

Bueno, vamos por partes, lo primero de todo es que me alegro de que el bichito siguiera ^^.

Siguiendo a un siguiente punto, soy de Gigia, también conocido de forma más actual como Gijón, y no, no me siento ofendido, la única forma que tendrías de usurpar mi tierra es coger una excavadora y empezar a llevártela, mientras tanto no tengo problema alguno.

Bonita la carta, y bonitos recuerdos de una persona.

Por último... una cuestión, si es que el perfil no miente y vives en madrid, ¿te molestaría darme el msn para comentarte una cosilla?

Arlekín Negro dijo...

Pues ya están ambas realizadas, comentario borrado y tú agregada ^^