jueves, 28 de mayo de 2009

Un día de mierda...

y sólo son las 17:35.

Ahora son las 19:50 y la cosa no ha mejorado. De hecho ha empeorado. No tengo nada de ganas de estudiar, y eso, junto a que mañana tengo un examen, hace que no esté lo que se dice muy animada. Me estoy estudiando el temario rápido y mal con una desgana más grande de la normal. Sé que estudiar nunca es una gran fiesta, pero joder, es que es mirar los apuntes y ponerme a temblar de la rabia. (Ése es el motivo de que esté aquí, en los ordenadores de la biblioteca, en vez de hacer lo propio de una de ésas).

Hoy no estoy para nadie, ni si quiera para mí misma. Se me han juntado mil cosas en la cabeza de las que quiero huir, lo cual no puedo hacer.

Y lo mejor, llegado un momento de estos (de ¡no quiero! serio), es que me meta en la cama y no amanezca hasta mañana. Qué pena no estar cerca de casa, pena o suerte, porque probablemente lo haría y sería la mayor estupidez que he hecho en mucho tiempo (Desde aquella vez que me encerré en casa un verano entero). Y no puedo pensar otra cosa que no sea ¡Por Dios, Patricia! Reacciona de una puta vez, no seas cría, no tienes problemas serios. Todo pasa.

Pero de verdad... que no quiero.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Sólo un minuto.

Me tomo un minuto para pensar. sólo uno. No creo que me haga falta más.
Todo mi cuerpo se relaja, mi sistema nervioso recibe toda la información somatosensirial de mi alrededor, y noto cómo ésta llena mi cuerpo. La temperatura, la luz, los colores, las texturas, formas, sonidos, olores. Todo. Me enciendo un cigarro y dejo que su humo viaje hasta mis pulmones, manchándolos con vida.
Cierro los ojos. Veo cómo en mis párpados bailan figuras que se forman de mi pensamiento, cogiendo volumen y consciencia propia. Y ya se me han escapado 15 segundos.

Mi alma se enfría en una fracción de segundo, pero me lo imagino. Nos imagino. Y el abrazo me devuelve el aliento que casi había perdido. Y, sin darme cuenta, sumo otros 15.

Las preocupaciones llaman a las puertas de mi pensamiento. Exámenes, apuntes y notas aparecen y se materializan. Pero les grito que se vayan. Huyen y me dejan sola en una pequeña porción de tierra rodeada por agua. Llueve y observo las gotas desde el otro lado de la ventana, en una cálida sala con una hoguera y todo. Todos están allí. Toda mi vida. Sus sonrisas, mis llantos, nuestras experiencias. No hay mucho, no es gran cosa, pero es la perfección, la plenitud, la armonía.
Bailo al son de la música. Música y pintura. Música, pintura y poemas. Añadamos filosofía. La vida sin ella, no es vida. 57 segundos.

Abro los ojos y decido sonreír. Aún me sobra un segundo.

Voy a comerme el mundo.

lunes, 25 de mayo de 2009

Desengaños.

Esta mañana me he levantado prontito por la mañana, de buena fe, para repasar el temario de neurociencia y aclarar conceptos que no tenía claros a estas alturas. Al llegar al metro, mi pensamiento era muy optimista, o, al menos, más optimista de lo que cabía pensar. "Bueeeeno, no lo llevo tan mal". Pero se me ha ocurrido ponerme a mirar el examen fotocopiado de un año anterior y mi optimismo y buena fe se han ido desinflando poquito a poco.
Cuando llegué al A y me encontré con Luci me animé un poco más, porque total, ya no era yo la única que no entendía la mayoría de las cosas. Y total, la recuperación es dentro de dos semanas. Y, además, nos quedaba la cerve postexamen y el incentivo de Ayerbe.
Llegamos a las puertas del Salón de Actos, y empiezo a ver gente con apuntes, gente histérica preguntando a última hora qué hacía esto y qué hacía lo otro. Luci y yo nos metemos en nuestra burbuja y a mí me queda claro que me sé más bien poco. Pero aún pienso que la profesora no es tan malvada y que no pondrá preguntas hiperdifíciles como las que estaban lanzando a mi alrededor. Luci yo decidimos no acercarnos al bollo de gente conocida, y, sobre todo, no acercarnos a ZaragozAna. Así que nos quedamos las últimas y entramos, efectivamente, las últimas.
Las instrucciones de siempre: DNI sobre la mesa, DNI en la hoja de respuestas, contesten a lápiz que el boli no lo lee bien la máquina y no se puede borrar, no hablen, no den la vuelta hasta que no lo diga, si suspenden tienen otra oportunidad en dos semanas, si no me entregan los trabajos de las prácticas en esta semana van directamente a septiembre (¡mierda! ¡Los trabajos!).
La tranquilidad antes del desastre. Todos en silencio. Un "pueden comenzar su examen" y el murmullo de las hojas dándose la vuelta lo inunda todo. Primera pregunta: oxiti..¿qué? Primera en la frente. Y la segunda. Y la tercera. Anda, un dibujito... ¡mierda, no entiendo nada!
Respondo a 26 de 40, muchas de ellas a boleo con mi técnica de: "si hay una opción en la que ponga "todas son verdaderas" ésa es la correcta". 30 minutos más tarde, salgo a la par que Luci, las dos riéndonos porque sabíamos lo que había pasado.
Resulta que la profesora sí que iba a poner preguntas tan difíciles.

Encontrarse con Miguelón a la salida (hola, Antisocial, te nombro XD) y ofrecerle la posibilidad de huir de los "¡Oh, no! ¡Me he dejado una! ¡Voy a suspender! ¡El cielo se caerá sobre mí! ¡El mundo dejará de existir porque yo he suspendido!" y esas cosas. Pero ha rechazado nuestra invitación, así que nosotras hemos huido hacia el césped a llorar (de la risa) y a relajarnos con nuestro tercio.
Al final, he acabado prometiendo que si lo apruebo (que sería de pura coña) me tiraré por la colinita de césped cual croqueta rebozándose. Y menos mal que me he callado a tiempo, porque se lo han tomado en serio y el siguiente paso era decir que lo veía tan imposible que si aprobaba, no sólo haría la croqueta, sino que haría la croqueta sin camiseta.
No creo que tenga que hacerlo, pero oye... la esperanza (y la vergüenza) es lo último que se pierde.

domingo, 24 de mayo de 2009

Lóbulos, cisuras entre ellos, hemisferios, glándulas, hormonas, células varias, neuronas con sus maravillosos somas, dendritas y axones que no pueden ser todas iguales, no. Sus formas, sus situaciones exactas, sus funciones, sus incapacidades, sus descubridores. Sus nombres raros, sus pliegues imposibles. Y mi cabeza va a estallar. Me duelen 48 de las 52 áreas de Brodmann.

Yo me pregunto: ¿y si en vez de utilizar todas esas áreas para estudiar las áreas se utilizaran para cosas más chachis como, por ejemplo, crear cositas que hagan que el conocimiento se implante directamente en nuestros cerebritos? No, ¿para qué?

Estoy cabreada con el mundo, conmigo y, sobre todo, con todos los neurocientíficos del mundo habidos y por haber.

Os mataré a todos.


PD: sí, esto es una rabieta de niña pequeña. Y sí, ya sé que si nadie hubiera estudiado todo eso no existiría la psicología. Lo sé todo. Y, que conste, me encanta saber esas cosas, pero no me gusta estudiar a contrarreloj. he dicho.

sábado, 23 de mayo de 2009

Mortales Iluminados.

Pero qué buenos son Sínkope, joder.



Nah, hoy no hay texto porque estoy vaga (¡oh! ¡qué novedad!) y tengo que estudiar, aunque no me apetezca absolutamente nada. Así que escuchad a Vito y reflexionad, joder, que es muy sabio.

Y hoy utilizo más de la cuenta la palabra joder, pero es que suena tan bien cuando tienes que hacer algo que no te apetece...

viernes, 22 de mayo de 2009

Hola, ¿qué tal? Soy una zorra.

Ya sabía yo que eso de no ir a clase algún día me traería consecuencias. Hoy, sin ir más lejos, he comido sola y fría maldiciendo a mi fiel compañera de bibliotaper, hasta que me he encontrado con otras compañeras que me han dicho que la clase que teníamos se había alargado porque el otro día no fue. ¿Resultado? Yo, sintiéndome estúpida y sin querer estudiar (sin mi zaragozAna preferida ya no sé hacerlo), con una hora hasta que saliera, sin hacer nada. Entonces, pensé: pues voy a subir algo al blog en los ordenadores chuchurríos de la facultad. Y luego vino la pregunta: ¿qué subo? Y he aquí mi respuesta: voy a describir detalladamente una de mis teorías más aplaudidas. Sin más dilación: La Teoría del Punto de Zorrismo.

Bien, hasta ahora, quien no haya escuchado ya mi teoría (que de los que leen esto, van a ser pocos), pensaba en una zorra como una mujer de vida alegre y con los cascos un poco sueltos... vamos, pensaba en una puta. Y aquí estoy yo para hacerle frente a nuestro vocabulario sexista y aclarar términos.
Para mí, una zorra es una persona admirable. Una persona astuta, como un zorro. El motivo de que lo use en femenino (independentemente de si va dirigido a hombres o mujeres) es que las mujeres tenemos, por definición, un alto punto de zorrismo.
No se me malinterprete: TODOS tenemos una zorra en nuestro interior, pero en el caso de la mujer está más desarrollado porque la sociedad nos ha obligado a esto.

Pero, ¿qué es una zorra? Una zorra es una persona que se aproveha de sus habilidades pensantes para conseguir lo que quiere. También puede llamarse chantaje emocional. Pero ésta no es la única cualidad de la zorra. Una zorra también utiliza sus habilidades para reírse del mundo y burlarse de las personas más débiles mentalmente hablando y que le joden. En definitiva, es lo que comúnmente se llama ser manipulador.
Está más ligado a las mujeres porque si la sociedad nos ha privado de tener fuerza física, de algún modo tendremos que salirnos con la nuestra. Sin embargo, no caigamos en los prejuicios que nos ha inculcado la televisión "el egoísmo es malo", "la manipulación es mala"... bah. Morales sin moral ninguna, ¿está bien ser un hijoputa siendo sincero y sonriendo? La respuesta, amigüitos, es no. El secreto reside en utilizarlo en medida justa, como todas las cosas. Cuando una persona se pasa de zorra, se convierte en una puta (sea hombre o mujer). Y ser puta SÍ es malo porque se utilizan las habilidades para el mal.

Pongamos por ejemplo a un superhéroe y un supervillano. Ambos tienen poderes. El primero los utiliza con moderación, sabiendo lo que es capaz de hacer si se descontrola, pero eso no le impide utilizarlo siendo un poco malo a veces si está en peligro. El segundo se aprovecha de sus habilidades para acabar con el mundo y controlar el universo... eso es descontrolarse. Lo primero, es una zorra, que sólo aprovecha lo que la naturaleza le ha dado para el bienestar común y propio (tener por amigo/a a una zorra siempre es muy útil). Lo segundo, una puta a la que se le ha subido a la cabeza sus posibilidades (tener como amiga/o a una puta es... una putada).

El caso es que no todo el mundo sabe ser una zorra. A menudo se escapa de las manos de quien quiere serlo sin tener ni idea y acaba hiriendo a los demás. Esto, también es malo. Hay que aceptar el punto que tenemos de zorrismo, y saber explotarlo sin querer ir más allá. Y si el punto de zorrismo es demasiado alto, hay que saber controlarlo para con acabar siendo una puta.

Si, para usted, que está leyendo, todo esto es nuevo, se niega a creerlo y ha pensado o dicho "¡yo no soy una zorra!" ofendidísimo, siento comunicarle que usted tiene un punto de zorrismo bastante alto. Negarlo, como siempre, es el primer síntoma de que el problema existe en niveles altos. Acéptelo. Le doy unos minutos.

¿Ya? Bien. Ahora que está asumido, empiece a explorar sus habilidades sabiendo que las tiene. Pero cuidado. Sé que me repito mucho en este punto, pero es que es realmente peligroso: úselas con moderación.

Ahora, disfrutad de vuestra nueva vida. Más adelante me daréis las gracias.

Y, por si cabían dudas: yo soy una zorra. Y soy una zorra orgullosa.



En próximas entregas, cuando se recuperen de esto, les hablaré de qué es una cierva (teoría cogida prestada de Blanca), las diferencias que tiene con una zorra y qué pasa cuando ambas personalidades se juntan ascenciendo a nivel de zorva (¡la teoría de la zorva es totalmente nueva! Sí, pierdo mucho tiempo en pensar estas tonterías)

Carta a Nuestra Memoria (III)

No me había dado cuenta de que me aproximaba peligrosamente al banco donde estabas sentada, y mis amigos se estaban divirtiendo tanto adivinando lo que pasaría, que decidieron dejarme actuar libre, yendo hacia mi destino sin remedio alguno.
Y ahí estabas tú, leyendo un libro tranquila. Recuerdo haberte mirado sin entender qué hacías ahí y cómo no me había dado cuenta. No sé cuánto tiempo estuve aguantándote la mirada, pero me parecieron minutos eternos en los que no podía parar de examinar tus ojos.
Oía a Carlos y Juanjo riéndose de mí y de mi torpeza, pero era como si un acuario de varios metros de ancho estuviera entre nosotros y ellos. Un acuario con unas paredes muy gruesas de cristal, con agua y un millar de peces enanos de colores en su interior. Eso es todo lo que puedo decir de la distancia que sentía con ellos. Sin embargo, la distancia entre tú y yo era mucho más corta. Pensándolo ahora lógicamente, debía de haber cosa de un metro entre nuestras cabezas, ya que tú estabas sentada y yo de pie y además había retrocedido un paso al notar el golpe; pero en mi memoria, la distancia entre tú y yo no era mayor que la que separa a un labio de otro cuando una persona habla.
Con tu mano izquierda sujetabas el libro que leías, uno de poemas que, según me contaste después, te habían regalado y leías por cortesía, de otra manera, jamás hubieras escogido un libro de poesía. Ahora sé que la detestas, aunque sigo sin comprender por qué.
Entre los dedos índice y corazón de tu diestra se apalancaba un cigarro casi consumido, ávido de tus labios una última vez antes de morir. Tú satisficiste su último deseo, le diste una calada y lo tiraste para rematarlo después con la punta de tu sandalia derecha, sin ni si quiera mirarlo.
Tus ojos grandes y marrones miraban serenamente a los míos, marrones también pero sin la magia de los tuyos. Pedían una explicación que, supe, no te importaba en absoluto, pero te intrigaba.
Tus labios dibujaron una sonrisa burlona y amable a la vez, luego reprimiste una carcajada que me hizo volver a la realidad, una vez más.

-Perdón –conseguí decir con esfuerzo –. Me he tropezado.
-Lo he notado –dijiste tú, sonriendo aún.

Carlos me agarró del hombro y me hizo moverme, diciéndote algo acerca de mi torpeza. Yo seguía sonriendo, mientras me despedía de ti con la mano. Ese gesto hizo que durante mucho tiempo pensara que me habías visto como un auténtico estúpido, aunque no reprochaba nada, yo mismo me parecía un estúpido.
Suerte que a ti te pareciera… “mono”.

jueves, 21 de mayo de 2009

La gente normal se podía morir, lala-lala-lala-la-lá.

Yo siempre he pensado que era una persona completamente normal. He sido así toda mi vida, ¿por qué iba a ser yo la rara? Lo raro debía de ser el resto del mundo porque es lo que es diferente... a mí.
Después de muchos años y muchas charlas descubrí que no, no soy normal. Bueno, qué se le va a hacer. Se sobrelleva como se puede, caminando por ahí y conociendo gente a la que "lo normal" le parece tan extraño como a mí. Por Buda que no hablo de la gente que mea un árbol por ser antisistema. Me refiero, más bien, a esa gente que piensa y reflexiona sobre el mundo y se da cuenta de que las cosas no andan bien, de que al mundo le falta un hervor y un poquito de corazón.
"Todos somos diferentes en nuestra igualdad" rezan los más progresistas. Se plantean eso de la igualdad como si fuera su biblia, bajo estandartes y banderitas de uno u otro sistema político que... bueno, no suelen corresponderse con lo que dicen, al menos históricamente, aunque no seré yo quien hable de historia, preferí siempre la filosofía. ¿qué música escuchas? ¿qué ropa usas? ¿de qué equipo eres? ¿y tu partido político? Puedo contestar a eso sin mucha precisión: música, ropa, de ninguno, ninguno me convence lo suficiente como para decir que es mío.
Nunca he sabido decir qué soy, y estoy orgullosa de ello. Las etiquetitas no van conmigo, pero no por ser inetiquetable, sino porque no sé qué etiqueta ponerme. Soy muchas cosas: soy Patricia, soy mujer, soy universitaria, soy castaña (o rubia, o castaña clara, lo que queráis); soy irónica, apasionada, y un poco cursi, soy sincera, soy libre; soy melómana, soy una lectora empedernida, y una escritorcilla; practico el llevar la contraria como deporte y diversión, soy humilde cuando toca serlo, aunque también puedo ser lo más ególatra que te puedas echar a la cara; lujuriosa, gulosa, avariciosa, perezosa, iracunda, envidiosa y soberbia; soy agnóstica y creo en la Vida; soy dulce y guapa o grosera y horrenda (depende de a quién preguntes); soy de un humano que asusta e inhumanamente despiadada verbalmente hablando; pensante, redundante y, metafóricamente hablando, una metáfora. Soy rara y eso es lo más normal que tengo.

Esto resume una parte de lo que soy y pienso. Dadle al play, y dejad de hacer preguntas que no sé contestar:

Carta a Nuestra Memoria (II)

Segunda entrega. Ésta es de mis partes favoritas de lo que llevo hasta ahora.

Aquel día, en el parque, pensaba en mis problemas con ese afán egocéntrico de cualquier crío de 18 años; problemas que no eran en absoluto importantes, aunque eso no lo supe hasta bien tarde; por entonces, se me derrumbaba el mundo cada vez que me sumegía en cosas como mis exámenes para el acceso a la universidad tan próximos y a los que tan poca atención les había prestado; en mi hermana Arancha y en su facilidad para elegir malas compañías y desesperar a mis padres; en Juanjo y en Carlos y en si seguiríamos siendo amigos el verano siguiente, cuando cada uno hubiese empezado su camino…Perdía tanto tiempo pensando, que no disfrutaba de los que podían ser los últimos momentos con mis mejores amigos. Y es que siempre fui más de pensar que de actuar, aunque eso cambió con el tiempo, y contigo.
Mientras captaba alguna palabra suelta de Carlos, sin atender a su discurso, mi mente vagaba entre las hojas de los árboles en flor, como impulsada por la brisa primaveral.
Suspiré mirando las nubes en lo alto del horizonte, hasta que mi vista topó con la copa de un árbol; seguí su figura hasta llegar al pie del tronco y entonces allí, parado, estaba el perro más majestuoso que he visto en mi vida. Un chucho que, de haberse puesto en pie, tal vez me hubiera ganado en mi metro ochenta de altura. El pelo sedoso color plata, y los ojos de un azul que nunca he vuelto a ver, un azul tan intenso que ni si quiera un pintor flamenco lo podría haber conseguido para sus cuadros. Caminaba despacio, observando con desdén lo que había a su alrededor. Sé que parece una locura, pero así es como era el animal, y no he visto en todos los años de vida posterior, ningún humano que se semejara a él en su opulencia.
Es curioso cómo un detalle en apariencia tan insignificante puede cambiarlo todo cuando nuestros ojos recaen en él, de forma tan efectiva y radical. Este detalle que te estoy narrando en particular, a mí me cogió en un momento de inestabilidad tal que veía cómo todo oscilaba ante mí, igual que se ve una imagen cuando se interpone ante ella una columna de gas. Pero también he visto cómo se retorcía el futuro a pesar de creerlo fijo e inamovible por un detalle que al destino y a la casualidad se les antoja plantar en un preciso momento. De hecho, así es como me siento, eso es lo que me pasa ahora. Ésa es la razón por la que te escribo esta carta, querida. Pero ese punto te lo explicaré más adelante: no quiero anticipar acontecimientos; si lo hiciera, no sería buen escritor, y lo único que tengo seguro es que sí lo soy. Eso, y que te quiero, nunca lo olvides.

¿Por dónde iba? Ah, sí, el perro.
Su dueña, una niña de unos 6 ó 7 años, le llamó con un silbido y gritó para que se acercara. No me extrañó oír cuál era su nombre. Seguí a Sultán con la mirada, cómo se movía con la parsimonia exquisita de los que saben que tienen tiempo para perder y deciden perderlo haciéndose notar. Despacio, como si le dijera a esta vida puta que no podrían con él. Los ojos cansados, pero la mirada altiva. Llegó a los pies de la niñita y se mostró indulgente con ella, como si le tuviera una especial simpatía, con el hocico le dio un toque cariñoso en pecho, que era por donde le llegaba el perro. Ella alzó su mano y le acarició detrás de las orejas al tiempo que Sultán lanzaba un ladrido al aire. Se me antojó la escena como sacada de una película muda en blanco y negro y con los carteles de los diálogos en inglés: “Thank you for coming” decía la niña. “you’re welcome” decía Sultán. La niña echó a correr por el borde del Lago Gris del parque, y el perro la siguió.

Yo había seguido andando mientras observaba mi escena, y sonreía como un tonto en mi ensimismamiento. Pero mientras se alejaban, algo me sacó de la película muda como quien en el cine sufre uno de esos espectadores que no quitan el sonido a su móvil. Tropecé con algo que me volvió a la vida real. Seguro que ya has adivinado qué fue. Exacto, fuiste tú.

martes, 19 de mayo de 2009

Carta a Nuestra Memoria (I)

Primer extracto. Tengo para mucho más. Afortunadamente, el gusanillo no me ha abandonado.


Lo más difícil de esto es verte ahí tumbada, vestida de mujer y con una fina sábada como capa, estar a unos pocos pasos de ti, y no poder dejar de escribir lo que estoy escribiendo.
Quizás te lo hayan dicho muchas veces, pero eres la mujer más hermosa que he visto nunca. Ya sé que no es original, pero, al contrario de lo que todos piensan, incluso para un escritor, a veces las palabras más sonadas son las que más se acercan a lo que uno siente. Es como si dijera que te amo, no podría decirlo de otra manera, porque, en algún momento de la historia, el hombre decidió que esas palabras eran una superlativización de todos los buenos sentimientos que se pueden tener hacia otra persona con la que se quiere compartir el resto de la vida, el resto de palabras se quedan cortas.
Si estuvieras despierta me dirías, con tu sonrisa pícara, que me callase. Tus mofletes enrojecerían y mirarías para el suelo, muerta de vergüenza. Puede que al leer esto hagas exactamente lo mismo, es una pena que no lo vaya a ver. Me dirías que tú no eres hermosa. Me dirías que en realidad no te amo. Y me pedirías que te abrazara. Y yo, claro, lo haría susurrándote que te equivocas en todo.

Recuerdo la primera vez que nos vimos, como si fuera ayer. Yo charlaba con Juanjo y Carlos, caminando en busca de un buen sitio para sentarnos bajo la sombra de algún árbol viejo. Ese día estaba tan disperso, que ni si quiera escuchaba las bromas que hacían esos dos burlándose de mí y de mi ensimismamiento.
Recuerdo los detalles de alrededor, recuerdo tu pose, tu ropa, tu mirada. Podría recordar tu olor si hubiera estado lo suficientemente concentrado como para reparar en él. Aunque diría, sin miedo a equivocarme, que olías a esa mezcla de champú de frutas y el aroma suave pero envolvente de tu perfume. Así es como has olido siempre, o al menos eso es lo que mi memoria me permite recordar. Nunca pude dejar de respirar el aire que había a tu alrededor cuando estabas cerca. Con el tiempo, aprendí a saber cuándo te acercabas sólo por el olor que empezaba a flotar en el aire. Incluso ahora lo huelo, desde aquí. Y lo que más lamento, es que no podré volver a quedarme hipnotizado mientras mis pulmones se llenan de ti.

Pero ésa es otra historia. Ahora, centrémonos

lunes, 18 de mayo de 2009

Quiero Dormiiiiiiiiiiiir.

Siento decir que no, no me ha llegado hasta este momento todas esas emociones que con precipitación y faltas de escritura (¡pardiez! lo que hace el estar con la hiperactividad por las nubes) os describía esta mañana. En concreto, la que más echo en falta es la falta de cansancio, que se ha convertido en un cansancio épico, y es la que me va a impedir subir esta noche el texto. A no ser que dentro de un rato me espabile y me dé otra oleada de hiperactividad y me ponga a pasar cosas al ordenador como alma que lleva el diablo.
Pero no sufráis, que, a lo tonto, tengo historia para un rato. De hecho, podríamos incluso llamarlo novelita. Estoy contenta. 10 caras de manuscrito es motivo para estarlo. Y tengo en mente otras tantas, mínimo. Aunque no lo digo muy alto y cruzo los dedos. Como quiero ahcerlo bien, iré escribiendo cada vez que mi gusanillo me visite. Ahora mismo seguiría rellenando páginas y páginas, pero creo que si toco un solo boli más por hoy, explotaré. De hecho, no creo que tenga fuerzas para levantar un boli. Es más aún, no sé ni cómo tengo fuerzas para aplastar los dedos contra el teclado y que salga algo coherente (porque... es coherente, ¿no?).

En fin, que todo lo que tengo en la cabeza son cosas como blablabla Pavlov, blablabla condicionamiento clásico, blablabla EI, EC, RI, RC.
Y también algo así como blablabla neurotransmisores, blablabla, crebro, blablabla sinapsis.
Menos mal que tras todo eso, hay una voz mucho más potente diciendo: blablabla casa rural, blablabla, casa rural, blablabla, casa rural.

Ataques de confianza.

Esta mañana estoy pletórica, espléndida, ilusionada, motivada, y casi nada cansada. Esto último es algo novedoso para mí, así que se me provoca la alegría típica de las cosas nuevas que te sacan de una rutina que suele engullir el alma de los más despitados y de los menos fuertes.

(No te vayas por las ramas, querida). El caso es que llevo días trabajando en una nueva historieta y esperando a que el gusanillo en el estómago, ése que los que escribimos de vez en cuando atreviéndonos a llamarnos escritores (escritorcillos sería un término más correcto, en realidad)solemos denominar musa, inspiración, o ganas de escribir (allá cada cual con sus palabras, me visitara.
Pues bien, el gusanillo ha acudido a mi estómago esta mañana, y desde que puse el pie derecho en el suelo, tuve claro lo que iba a escribir (o más bien continuar, porque el principio está por aquí, en un borrador de esos tan majos que blogspot nos reserva a la gente que, como yo, necesita una segunda vuelta para publicar sus chorradas sabiendo que esas chorradas va a ser leídas y que a veces hay gente con criterio al otro lado de la pantalla y no queremos defraudar demasiado).
Tal era mi concentración esta mañana que mientras desayunaba (¡otro hecho insólito en mi vida cotidiana!)se me ha ido el santo al cielo y al final he salido tarde de casa (esto no es nuevo) y no he llegado a primera hora a clase, total, una clase más que una menos de lógica, ya no se nota, y tampoco me sentiría muy cómoda en una clase de lógica siendo tan ilógica como soy últimamente (¡vivan los chistes internos que sólo una persona entenderá!).
Durante la hora de trayecto que tengo desde mi lindo barrio hasta el culo del mundo alejado de toda civilización que se hace llamar Campus de Somosaguas, he estado escribiendo como una posesa. Casi cierran el metro conmigo dentro en la última parada porque estaba como poseída venga a sacar palabras de mi cabeza al cuaderno que siempre me acompaña a través de la mano, y de la mano al lápiz. Y los siguientes veinte minutos ha sido más de lomismo, en ese autobus que me lleva al culo del mundo. Me encanta que la gente me mire raro cuando estoy escribiendo catatónica a mano, a lápiz y en un transporte lleno de baches, es una sensación maravillosa; aunque hoy no la he disfrutado mucho, porque, como digo, estaba más concentrada escribiendo.

Y, después de todo este rollo que no sé si a alguien le interesará pero que yo he tenido el imperioso impulso de relatar, me voy a clase, porque volveré a llegar tarde (sin novead, de nuevo).

Esta noche subiré al menos la primera parte. Antes, me espera una rica jornada de taper y biblioteca, o como nos gusta llamarlo por aquí bibliotaper. Esperemos que me dure el estado hasta entonces.

viernes, 15 de mayo de 2009

Ribadesella.


Pies descalzos pisando la arena pedregosa. El agua le acariciaba las puntas de los dedos. Su imagen en el reflejo era perfectamente nítida. Nunca se había parado a pensar lobonita que podía ser su sonrisa, pero tampoco le extrañó: nunca nadie se fijaba en él, ¿por qué iba a hacerlo él mismo? La mochila al hombro le pesaba, pero estaba tan maravillado con lo que tenía ante sí que no pensó en soltarla en ningún momento.
La cabeza le daba vueltas. Unas vueltas que se le antojaron cómodas. No quería salir del trance, nunca. Pero sabía que tendría que volver al monstruo de asfalto y contaminación, algún día.
Se dio por vencido, y se sentó frente al rugido de las olas. Los pantalones se le mojaron con la arena húmeda, pero nada podía perturbarle. Se sintió fuerte. Fuerte e insignificante a la vez. Apretó los puños y lanzó un juramento en silencio a los pájaros que dibujaban con sus alas el atardecer.
Cuando el agua empezó a salpicarle la cara con cada sacudida decidió que era hora de regresar.

Seis horas de viaje para ver el mar durante dos horas, y algunos le llamaban loco. Otras seis de vuelta para volver al cementerio de almas que llamaba ciudad, y le aplaudían. Ahora tenía claro que él no era el desequilibrado.
El motor rugía. Dejaba su hogar atrás, pero volvería. Lo había prometido.



Qué difícil es vivir en un sitio que odias y a la vez amas. Qué difícil es sentir que tu tierra es otra, pero que no podrás salir jamás de ese cementerio en el que vives y al que estás demasiado unido.

jueves, 14 de mayo de 2009

Calma.

Estar en calma significa levantarse un jueves que parece viernes a las 10 de la mañana, con tranquilidad, sabiendo que en la otra punta de Madrid había una clase. Salir a la calle y que el airecillo primaveral recorra los pantalones hippiescos que han caído hoy sobre las piernas. Ir escuchando todo el camino al extraordinario Drexler, y que eso haga que los pulmones se llenen de paz. Que se vaya el autobús porque el estrés no ha acudido a los pies para correr (se podría haber cogido, sí). Seguir con Drexler. Más Drexler. Y llegar a la facultad y que haga un día genial. Más Drexler. Una clase de lógica bastante ilógica que se convierte en media, y un sólo ejercicio hecho ¡bien! Y a casa de nuevo. Con una fotocopiadora loca y una mixta regalada por medio. Y en un bus el apoyo de una amiga a las locuras que pasan por la cabeza y que no son tan locuras. Y más Drexler. Este hombre es un puto genio.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Rutina.

Levántate. Apaga el maldito despertador (mierda de aparato aliado con mis demonios internos, ¿por qué no me dejáis dormir en paz?). Una pequeña reflexión. Vuelve a la cama (hoy le pueden dar bien por culo a la universidad).
Vuelve a levantarte. Prepárate un café que te abra bien los ojos. Aprovecha el tiempo (siempre la misma cantinela, quisiera tener tiempo para desperdiciarlo). Haz algún trabajo atrasado. Estudia un poco. Te cansas.
Mira mails. Blogs. Webs. Noticias interesantes. Tuenti (que no falte). Ahora fúmate un piti, que te lo mereces.
Hazte la comida. Come. Ve alguna serie. Pero no te pases, que tienes que estudiar (joder, no quiero).
Ya. Se te acabó el relajo. Ponte a estudiar neurociencia (sí, eso, que es poco pestiño. A ver si consigo no dormirme).
Vale, puedes conectarte un rato al MSN (primero una ducha, me irá bien). Y ahora sonríe. Eso, siénte bien (me siento bien). Cena.
Joder, tú, son las 2:30. Mañana no te levantas ni de coña (mañana tengo que levantarme... ya veremos).
Duérmete (sueño, ven a mí). Mañana será otro día (mañana otro día igual). Quizás mañana sea diferente (otro monótono día igual. Con el mismo sol, con las mismas cosas por hacer. Los mismos sentimientos). Deja de pensar, duérmete ya.
Hoy ha sido un buen día (hoy ha sido un buen día).

El día siempre mejora al final. Todo se pone de acuerdo. Los ojos se cierran. Todo está en calma. Todo en armonía. Sí, quizás mañana sea diferente.

lunes, 11 de mayo de 2009

Tonterías.



Pues eso. La imagen (hecha con mucho esmero, como veis) lo dice todo.

Qué le vamos a hacer. Me gusta disfrutar de mis tonterías. Estoy orgullosa de ellas. Por eso, se las enseño al mundo. No hay nada más gratificante que ser absurdo y saberlo.

Aquí dejo el vídeo, no tiene desperdicio:

domingo, 10 de mayo de 2009

Domingos reflexivos.

El domingo ha vuelto a mi vida, joder. Me ha pillado con la boca seca, un dolor de abdominales increíbles por haberme reído tanto y un genial recuerdo. Y otra vez me agobio pensando en que tengo mil cosas que hacer, dos mil que estudiar, y nada de tiempo. Niños, un consejo: nunca jamás se debe decir "esta vez empiezo a estudiar dos meses antes" ¿la razón? Que empiezas pensando que te queda tiempo y terminas a dos semanas del primer examen, de resaca, sin apuntes y con agobio.
Si es que el tiempo es así de raro: un día estás llorando porque has dejado a tus compañeros de bachillerato, al siguiente conoces gente nueva de la universidad, media hora después te decepcionas, dos horas más tarde ya puedes llamar amigo a alguien, y tan solo una semana después estáis haciendo planes para verano porque se os ha acabado el curso. Semana y media, más o menos. Eso es lo que yo he sentido este curso: velocidad.

Si es que la vida es tan efímera que hay que vivirla a pasitos cortos con grandes emociones. Que no estamos como para desaprovechar las oportunidades buenas que nos vienen, hay que disfrutarlas aunque sepamos que cabe la posibilidad de una mala consecuencia; y si eso llegara a pasar, ya se solucionará, sobre todo si se saben apreciar los momentos agradables y olvidarse del resto.

El arrepentimiento dejémoslo para las cosas que no hacemos, que para arrepentirse de lo que se hace, mejor que no se haga nada.

¿Que en nada me juego el curso entero y aún no sé por dónde cogerlo? Está bien: tengo que ponerme las pilas a toda velocidad. Pero llorar y lamentarse, amigüitos, no sirve de nada.

Y tendré que hacerlo todo aunque hoy me sienta así:

viernes, 8 de mayo de 2009

Chst, chst...

No sé si se habían dado cuenta, pero... ¡es viernes!

Dejen actuar a la primavera: salgan, diviértanse, emborráchense, consuman drogas blanda, y no se olviden del sexo ni del rock'n'roll.

¡Buen rollo para todos!

Pensamientos ahumados.


Es como procesar un pensamiento. Sólo tienes que cogerlo entre tus dedos, prenderle fuego y observar cómo poco a poco se va extinguiendo hasta que quedas satisfecho con el resultado. A no ser que no haya sido lo suficiente satisfactorio y el haber llenado tus pulmones con claridad te lleve a querer más; entonces, se coge otro pensamiento relacionado y se repite el procedimiento.

Algunos cuestan nada de esfuerzo, y cuando te quieres dar cuenta, ya lo has entendido todo, ya se ha acabado. Otros hacen que se viva un suplicio, que te cueste dar el siguiente paso, y al final decides dejarlos a medias; ya sea para luego o para nunca.

Puedes ver cómo la estela del pasado no desaparece, sólo se convierte en ceniza. Ceniza que olvidarás. Siempre acompañado de una quema de impurezas que se elevan en el aire en forma de humo.

Mientras se está pensando, depende del estado de ánimo, se mira al techo mientras te llenas de paz, o al suelo, mientras las preocupaciones, en vez de disminuír, aumentan, asumiendo que tendrás que coger muchos más pensamientos antes de llegar al final.

Y el crepitar. ¡Ah, el crepitar! El crepitar del papel ya escrito quemándose. Cuántas veces he querido escribir sobre ese sonido. Es similar al ruido que hacen ciertas personas cuando rumian algo para sus adentros, o los tics. Es un ritual más.

Esto es para mí fumar. Sé que daña mis pulmones, pensar también daña a veces.
Ahora mismo, me fumaría una caja entea de pensamientos felices y ñoños. Y, aún así, sé que no se me quitarían las ganas de ese abrazo que espero. El tabaco no lo suple todo.

jueves, 7 de mayo de 2009

La realidad de las palabras.

Leer a Cortázar a mí me mata. Me mata porque supo dónde dar cuando escribía. Porque sabía ponerse en la piel de todos para simular una discusión filosófica. Porque mezclaba perfectamente el intelecto con el sentimentalismo. Porque 25 años después de su muerte, sigue haciendo sentir lo que a mí me hace sentir. Porque soy incapaz de elegir la parte más importante de su texto y acabo poniéndolo todo.
Porque yo jamás seré capaz de hacer eso, de escribir esto:

"-Estás usando palabras -dijo Oliveira, apoyándose mejor en Etienne-. Les encanta que uno las saque y las haga dar vueltas por la pieza. Realidad, hombre de Neanderthal, miralas cómo juegan, cómo se nos meten por las orejas y se tiran por los toboganes.

-Es cierto -dijo hoscamente Etienne-. Por eso prefiero mis pigmentos, estoy más seguro.

-¿Seguro de qué?

-De su efecto.

-En todo caso de su efecto para vos, pero no en la portera de Ronald. Tus colores no son más seguros que mis palabras, viejo.

-Por lo menos mis colores no pretenden explicar nada.

-¿Y vos te conformás con que no haya una explicación?

-No -dijo Etienne-, pero al mismo tiempo hago cosas que me quitan un poco el mal gusto del vacío. Y ésa es en el fondo la mejor definición del homo sapiens.

-No es una definición sino un consuelo -dijo Gregorovius, suspirando-. En realidad nosotros somos como las comedias cuando uno llega al teatro en el segundo acto. Todo es muy bonito pero no se entiende nada. Los actores hablan y actúan no se sabe por qué, a causa de qué. Proyectamos en ellos nuestra propia ignorancia, y nos parecen unos locos que entran y salen muy decididos. Ya lo dijo Shakespeare, por lo demás, y si no lo dijo era su deber decirlo.

[...]

-También habló de las palabras -dijo Gregorovius-, y Horacio no hace más que plantear el problema en su forma dialéctica, por decirlo así. A la manera de un Wittgenstein, a quien admiro mucho.

-No lo conozco -dijo Ronald-, pero ustedes estarán de acuerdo en que el problema de la realidad no se enfrenta con suspiros.[...] De acuerdo en que no hay que fiarse de las palabras, pero en realidad las palabras vienen después de esto otro, de que unos cuantos estemos aquí esta noche, sentados alrededor de una lamparita. Sin palabra alguna yo siento, yo sé que estoy aquí -insistió Ronald-. A eso le llamo realidad. Aunque no sea más que eso.

-Perfecto -dijo Oliveira-. Sólo que esta realidad no es ninguna garantía para vos o para nadie, salvo que la transformes en concepto, y de ahí en convención, en esquema útil. El solo hecho de que vos estés a mi izquierda y yo a tu derecha hace de la realidad por lo menos dos realidades, y conste que no quiero ir a lo profundo y señalarte que vos y yo somos dos entes absolutamente incomunicados entre sí salvo por medio de los sentidos y la palabra, cosas de las que hay que desconfiar si uno es serio.

-Los dos estamos aquí -insistió Ronal-. A la derecha o a la izquierda, poco importa. Los dos estamos viendo a Babs, todos oyen lo que estoy diciendo.

-Pero esos ejemplos son para chicos de pantalón corto, hijo mío -se lamentó Gregorovius-. Horacio tiene razón, no podés aceptar así nomás eso que creés la realidad. Lo más que podés decir es que sos, eso no se puede negar sin escándalo evidente. Lo que falta es el ergo, y lo que sigue al ergo, es notorio."


(Julio COrtázar, extracto de Rayuela)


¿Cómo os quedáis? ¿Qué pensáis? Yo estoy con Oliveira.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Liberación de un peso en el estómago



A veces uno no tiene palabras para describir lo que hace, lo que dice, lo que le piensa. Por eso lo nombra con lo primero que se le ocurre. Flowklorikos decidió llamar 13 a la canción que dejo ahí porque era la número trece. Yo, a lo que me ha pasado hoy lo voy a llamar "liberación de un peso en el estómago"... ya os podéis imaginar por qué.

Dejáos llevar.