lunes, 18 de mayo de 2009

Ataques de confianza.

Esta mañana estoy pletórica, espléndida, ilusionada, motivada, y casi nada cansada. Esto último es algo novedoso para mí, así que se me provoca la alegría típica de las cosas nuevas que te sacan de una rutina que suele engullir el alma de los más despitados y de los menos fuertes.

(No te vayas por las ramas, querida). El caso es que llevo días trabajando en una nueva historieta y esperando a que el gusanillo en el estómago, ése que los que escribimos de vez en cuando atreviéndonos a llamarnos escritores (escritorcillos sería un término más correcto, en realidad)solemos denominar musa, inspiración, o ganas de escribir (allá cada cual con sus palabras, me visitara.
Pues bien, el gusanillo ha acudido a mi estómago esta mañana, y desde que puse el pie derecho en el suelo, tuve claro lo que iba a escribir (o más bien continuar, porque el principio está por aquí, en un borrador de esos tan majos que blogspot nos reserva a la gente que, como yo, necesita una segunda vuelta para publicar sus chorradas sabiendo que esas chorradas va a ser leídas y que a veces hay gente con criterio al otro lado de la pantalla y no queremos defraudar demasiado).
Tal era mi concentración esta mañana que mientras desayunaba (¡otro hecho insólito en mi vida cotidiana!)se me ha ido el santo al cielo y al final he salido tarde de casa (esto no es nuevo) y no he llegado a primera hora a clase, total, una clase más que una menos de lógica, ya no se nota, y tampoco me sentiría muy cómoda en una clase de lógica siendo tan ilógica como soy últimamente (¡vivan los chistes internos que sólo una persona entenderá!).
Durante la hora de trayecto que tengo desde mi lindo barrio hasta el culo del mundo alejado de toda civilización que se hace llamar Campus de Somosaguas, he estado escribiendo como una posesa. Casi cierran el metro conmigo dentro en la última parada porque estaba como poseída venga a sacar palabras de mi cabeza al cuaderno que siempre me acompaña a través de la mano, y de la mano al lápiz. Y los siguientes veinte minutos ha sido más de lomismo, en ese autobus que me lleva al culo del mundo. Me encanta que la gente me mire raro cuando estoy escribiendo catatónica a mano, a lápiz y en un transporte lleno de baches, es una sensación maravillosa; aunque hoy no la he disfrutado mucho, porque, como digo, estaba más concentrada escribiendo.

Y, después de todo este rollo que no sé si a alguien le interesará pero que yo he tenido el imperioso impulso de relatar, me voy a clase, porque volveré a llegar tarde (sin novead, de nuevo).

Esta noche subiré al menos la primera parte. Antes, me espera una rica jornada de taper y biblioteca, o como nos gusta llamarlo por aquí bibliotaper. Esperemos que me dure el estado hasta entonces.

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