jueves, 7 de mayo de 2009

La realidad de las palabras.

Leer a Cortázar a mí me mata. Me mata porque supo dónde dar cuando escribía. Porque sabía ponerse en la piel de todos para simular una discusión filosófica. Porque mezclaba perfectamente el intelecto con el sentimentalismo. Porque 25 años después de su muerte, sigue haciendo sentir lo que a mí me hace sentir. Porque soy incapaz de elegir la parte más importante de su texto y acabo poniéndolo todo.
Porque yo jamás seré capaz de hacer eso, de escribir esto:

"-Estás usando palabras -dijo Oliveira, apoyándose mejor en Etienne-. Les encanta que uno las saque y las haga dar vueltas por la pieza. Realidad, hombre de Neanderthal, miralas cómo juegan, cómo se nos meten por las orejas y se tiran por los toboganes.

-Es cierto -dijo hoscamente Etienne-. Por eso prefiero mis pigmentos, estoy más seguro.

-¿Seguro de qué?

-De su efecto.

-En todo caso de su efecto para vos, pero no en la portera de Ronald. Tus colores no son más seguros que mis palabras, viejo.

-Por lo menos mis colores no pretenden explicar nada.

-¿Y vos te conformás con que no haya una explicación?

-No -dijo Etienne-, pero al mismo tiempo hago cosas que me quitan un poco el mal gusto del vacío. Y ésa es en el fondo la mejor definición del homo sapiens.

-No es una definición sino un consuelo -dijo Gregorovius, suspirando-. En realidad nosotros somos como las comedias cuando uno llega al teatro en el segundo acto. Todo es muy bonito pero no se entiende nada. Los actores hablan y actúan no se sabe por qué, a causa de qué. Proyectamos en ellos nuestra propia ignorancia, y nos parecen unos locos que entran y salen muy decididos. Ya lo dijo Shakespeare, por lo demás, y si no lo dijo era su deber decirlo.

[...]

-También habló de las palabras -dijo Gregorovius-, y Horacio no hace más que plantear el problema en su forma dialéctica, por decirlo así. A la manera de un Wittgenstein, a quien admiro mucho.

-No lo conozco -dijo Ronald-, pero ustedes estarán de acuerdo en que el problema de la realidad no se enfrenta con suspiros.[...] De acuerdo en que no hay que fiarse de las palabras, pero en realidad las palabras vienen después de esto otro, de que unos cuantos estemos aquí esta noche, sentados alrededor de una lamparita. Sin palabra alguna yo siento, yo sé que estoy aquí -insistió Ronald-. A eso le llamo realidad. Aunque no sea más que eso.

-Perfecto -dijo Oliveira-. Sólo que esta realidad no es ninguna garantía para vos o para nadie, salvo que la transformes en concepto, y de ahí en convención, en esquema útil. El solo hecho de que vos estés a mi izquierda y yo a tu derecha hace de la realidad por lo menos dos realidades, y conste que no quiero ir a lo profundo y señalarte que vos y yo somos dos entes absolutamente incomunicados entre sí salvo por medio de los sentidos y la palabra, cosas de las que hay que desconfiar si uno es serio.

-Los dos estamos aquí -insistió Ronal-. A la derecha o a la izquierda, poco importa. Los dos estamos viendo a Babs, todos oyen lo que estoy diciendo.

-Pero esos ejemplos son para chicos de pantalón corto, hijo mío -se lamentó Gregorovius-. Horacio tiene razón, no podés aceptar así nomás eso que creés la realidad. Lo más que podés decir es que sos, eso no se puede negar sin escándalo evidente. Lo que falta es el ergo, y lo que sigue al ergo, es notorio."


(Julio COrtázar, extracto de Rayuela)


¿Cómo os quedáis? ¿Qué pensáis? Yo estoy con Oliveira.

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