viernes, 26 de junio de 2009

Carta a Nuestra Memoria (VI)

(Carta I, Carta II, Carta III, Carta IV, Carta V)

El señor Montés tenía 63 años cuando yo lo conocí. Con mis 18 años, para mí Montés era un anciano ya que peinaba canas y llevaba sus años a cuesta con gran orgullo. Tenía el cuerpo bastante joven para su edad: el tronco robusto, las piernas fuertes. No en vano seguía haciendo deporte: corría por el Parque todas las tardes durante tres cuartos de hora, y yo me dedicaba a observarle, a grabar en mi memoria su expresión cuando terminaba y se sentaba en uno de los bancos, siempre el mismo, a fumarse un cigarrillo, un ducados, para ser exactos. Puede que Hugo fuera otro de los culpables de que dejara de ver el tabaco como algo dañino para verlo como algo romántico. Me parecía curioso cómo maltrataba su cuerpo con la nicotina justo después de depurarlo durante su recorrido. Tiempo después, cuando tuve confianza para preguntarle, me explicó que era su único cigarrillo al día, y que le gustaba disfrutar de él en ese banco, desde el que se veía el Lago, justo después de haber llenado sus pulmones con el aire fresco y sintiéndose demasiado henchido de salud en relación con su edad; ese cigarro diario le proporcionaba, en la medida justa, un poco de equilibrio con el mundo.
Era un hombre curioso Hugo. Me cayó bien desde que le vi hacer ese extraño ritual por primera vez.

Una de esas tardes en las que mi vista seguía su fiel recorrido tal vez fui un poco más despistado, o tal vez él un poco más avispado. El caso es que me vio mirándole, a escasos metros, cuando él fumaba y yo reflexionaba en un césped cercano. Él, sin dejar de mirar al frente, me preguntó si quería algo, sin rastro de amabilidad en su voz, pero sin ofensa tampoco; sólo se defendía de las miradas de un joven insolente, como solía llamarme en broma.

-No, señor -contesté.
-Pues cualquiera lo diría, chico, llevas mirándome toda la tarde. Y sé que no es la primera vez. Te sientas ahí, o un poco más allá y me miras mientras corro. a veces también escribes en ese cuadernito tuyo, ¿qué eres, poeta?

Cuando se dignó al fin a mirarme y yo empezaba a cambiar de idea con respecto a que me cayera bien, su sonrisa me tranquilizó. Yo también sonreí.

-Es... es... es que me parece curioso que venga todas las tardes, que no falle ni una, y corra exactamente el mismo tiempo y por el mismo sitio siempre.

Él asintió, sin dejar de sonreír. Me contó que era un jubilado que no tenía otra cosa mejor que hacer. Había sido conductor de autobús durante muchos años y su trabajo le había llenado, pero al final, el cansancio de la rutina lo venció, y decidió jubilarse antes de tiempo. También decidió que debía bajar los kilos que había estado cogiendo durante más de 20 años sentado al volante, y cuando los bajó, el hábito se había hecho con él, y echaba de menos la rutina de su itinerario diario, así que ahora seguía saliendo todos los días a hacer exactamente lo mismo.

Hugo también tenía curiosidad por saber por qué iba yo todos los días, o casi todos. Les expliqué que, aunque ya no tenía muchas esperanzas de que aparecieras, después de un par de meses me acostumbré a ir, sentarme y esperarte. Sonrió, compadeciéndose de mí.

-Conque estás enamorado... pobrecito, tan joven.
-No soy tan joven, tengo 18 años -dije con el mismo desdén que utilizan los post-adolescentes cuando les llaman jóvenes sin saber apreciar su juventud -y tampoco estoy enamorado.
-Créeme, chico, sí que lo estás.
-No, ya no. tal vez al principio. Era más obsesión que enamoramiento, diría yo.
-¿Cómo se llama?
-Alba -dije sin pensar un instante, averiguando enseguida mi error y su victoria.
-Aún recuerdas su nombre.
-No ha pasado tanto tiempo, sólo cuatro meses.

Sonrió. Ese gesto que vería después muchas veces. Su ego no tenía parangón, y llevar razón era una de las cosas que más le gustaba en este mundo a ese viejo.

-Cuatro meses, comparados con los cinco minutos que ella te brindó, juntando tiempos, es una eternidad, niñito.

Sus palabras se me clavaban como puñales envenenados. Tal vez tuviera razón, pero nunca se lo diría.

-Si algún día vuelves a verla, te volverás a enamorar. -concluyó.

Se levantó del banco, y yo del césped notando el pantalón empapado y sucio. Me tendió la mano y se presentó.

-Soy Hugo Montés. Algunos me llaman señor Montés.
-Yo soy Jaime. Jaime Úbeda.
-te llamaré 'chico', así no tendré que hacer memoria, que a mi edad ya es un gran esfuerzo.

Asentí sonriendo mientras le estrechaba la mano. Luego, cada uno se fue por su camino.

domingo, 21 de junio de 2009

Violín, flauta, una guitarra eléctrica y una voz desgarrada.



4 días. Unas cuantas palabras. Una película. Unas pocas lágrimas. Ésta canción.
Catarsis.

viernes, 19 de junio de 2009

Sinónimos.

Dificultoso, arduo, complicado, complejo, engorroso, embrollado, enrevesado, intrincado, comprometido, apurado, embarazoso, delicado, espinoso, imposible, inaccesible, irrealizable, laborioso, penoso, fatigoso, trabajoso, agotador, duro, achuchado, afanoso.

Definitivamente, no me gusta la palabra difícil, ni todo lo que ella conlleva.


Sencillo, elemental, tirado, claro, corriente, factible, evidente, obvio, simple, asequible, comprensible, cómodo, confortable, tranquilo.

La palabra fácil es más bella.


Es curioso que a menudo ambos conceptos, a pesar de que digan que son antónimos, coinciden en muchas situaciones... ¿o porque algo sea arduo no significa que no pueda ser sencillo? y a mí me parece que lo más comprometido, suele ser elemental.

domingo, 14 de junio de 2009

Necesidades.

Las ideas para desarrollar un pensamiento siempre me llegan cuando estoy tumbada en la cama en ese duermevela que anticipa el sueño; y siempre soy lo suficientemente vaga como para levantarme a plasmarlo. Y las palabras, reflexiones, la idea principal sale corriendo a esconderse y que no la torture dándole vueltas y martillazzos con mi constante runrún pensante.
Es una putada ser así. Sentir la necesidad de escribirlo todo, para que las palabras no se las lleve el viento; sentir que si no escribes, no estás pensando en realidad. Es una putada preciosa, pero una putada al fin y al cabo (como el amor).

Ya dije alguna vez que se me da mejor escribir que hablar. Pero no es sólo que se me dé mejor, es que es lo único que puedo asegurar que seguirá conmigo mientras yo siga viviendo. Puedo no saber ni querer asegurar muchas cosas de las que vendrán, por miedo a la certeza, por miedo a equivcarme estrepitosamente después de haber hecho planes; pero puedo decir que el día en que una sonrisa, una palabra, una imagen, una sensación, un lo que sea no me haga querer escribir sobre ello, ese día estaré muerta. Hay muchas formas de morir, no sólo ésa que todos conocemos en la que los motores biológicos y fisiológicos dejan de funcionar: el corazón no bombea sangre, las neuronas no se pasan información las unas a las otras y los familiares lloran mientras miran cómo, mientras tu cuerpo está en una caja, te echan tierra por encima. No me refiero necesariamente a esa muerte. Me refiero a una muerte mucho peor.
El día que no quiera escribir estaré muerta por dentro, ya no habrá nada capaz de emocionarme, ni de enfadarme, ni de nada; o acaso será que he cambiado lo suficiente como para poder decir que yo, mi yo tal cual lo conozco ahora, ha muerto.

El caso es que a veces me siento prisionera de este hoby y me siento mal si no lo llevo a cabo... lo que no sé es si no escribir hace que me sienta mal por el sentimiento de culpa o porque es una necesidad vital para mí. Algún día lo descubriré... auqnue creo que la diferencia no es muy grande.

Lo más triste es que si intento explicarle esto a una persona que nunca lo ha sentido, nunca lo entenderá. Es como explicarle un orgasmo a una persona a la que no se lo han dado: totalmente inútil.

jueves, 11 de junio de 2009

Ñozu is dessapear(8)

No tengo internet en casa porque los de orange son así de majos.

El caso es que vengo a decir que estoy viva y que espero tener internet si no esta noche, mañana por la mañana. Recemos.

Y también vengo a decir que he aprobado neurociencia y que soy la persona más feliz del mundo de momento.

Y que quedan cuatro días para que mi sonrisas se amplíe mucho mucho.

Y me voy ya, que esto de robarle el portátil a mi hermano y cuñada, va a empezar a notarse.

martes, 9 de junio de 2009

Iros todos a tomar por culo.

Ea. Vuelvo a estar nerviosa por un examen. Me consuelo pensando que tendré mucho tiempo hasta el día 15 que tenga el próximo y último con esperanzas de aprobar.
Ayer mi madre me preguntó que cuántas iba a aprobar. "¿Qué cuántas voy a aprob...? Mamá, a mí me gusta menos que a ti suspender" le vine a decir.

Me jode, profundamente saber que yo ya soy mucho mejor psicóloga que gente que aprueba. Me jode saberlo porque eso me hace más asqueroso aún tener que estudiar cosas que, aunque útiles en cierta medida, no tienen nada que ver con mi carrera. Y me revuelve las tripas pensar que haya gente que el día de mañana tendrá más posibilidades que yo para conseguir un trabajo sólo porque a mí me parece que la educación es una puta mierda. Que somos psicólogos (en proyecto) y no nos hablan de nada más allá de 1980 (y eso son las teorías más novedosas).

Me fastidia que hasta cuarto no vaya a tener una puta asignatura que me llame la atención lo suficiente como para pensar: tengo ganas de ponerme a estudiar y saber más de esto. Que vaya a tirar tres años de mi vida prácticamente a la basura. Que, como me dijera una vez una compañera que se ha convertido en amiga y que piensa más o menos como yo: "considero más importante para mi formación personal estar aquí en este césped contigo que estar escuchando bobadas ahí dentro".
Odio mi carrera. La odio mucho. Jamás pensé que llegaría a decir esto, porque quiero ser psicóloga desde que tuve consciencia de lo que era un trabajo y lo que era un psicólogo (ambas por separado); y ahora me doy cuenta de que deseo que estos 4 años sobrantes (probablemente 5, viendo mi paso) se pasen volando. Y si no fuera por las tres personas que considero que merecen la pena, estaría hundida en la mierda.

Dicen que Psicología es una de las carreras con mayor número de crisis mientras se cursa. Y yo pensaba que era imposible que tuviera una de esas crisis, ni si quiera entendía de qué cojones hablaban, ¿crisis? ¿por qué? Daba igual, porque lo mío era vocación. Y lo es, vaya que si lo es. Si no lo fuera, os aseguro que ni me planteaba seguir estudiando, hubiera abandonado en enero. Y no, no tiene nada que ver con los exámenes: la gente, las asignaturas, el pensar si de verdad algo de lo que estás haciendo ayudará a que aprendas a ayudar a alguien en un plazo de 5 años. La verdad, no me extraña que en primero haya 10 clases y en segundo se reduzcan a casi la mitad (de 80-90 personas cada clase).
No os confundáis, no es una carrera simple (si os dijera que tengo que aprender física, ¿cómo os quedaríais?), y aunque tampoco es una ingeniería (seamos realistas) muchas de esas personas que no tienen otra cosa que hacer más que gastar el dinero de papá deciden meterse en ella, pensando que los homosexuales son enfermos y que los presos no merecen reinserción. Y el día de mañana ellos tendrán su propio gabinete (con el dinero de papi siempre) y yo me comeré los mocos a falta de otra cosa que comer (también puedo robar las hamburguesas del McDonals donde terminaré trabajando).
Así es como va este país. Y a mí me da asco.

Me voy a hacer un examen de mierda, para variar. Hoy mi camiseta ha acertado de verdad.

lunes, 8 de junio de 2009

Esperanza.

Hoy me siento un poco inspirada, y supongo que es la presión de tener que hacer lo que no se quiere hacer, pero es que no importa ahora mismo el por qué (raro en mí), sólo me apetece aprovecharlo, ya que no hago nada de provecho.

Dejo que mi imaginación vuele y pienso en columnas de humo. Me acaba de venir a la cabeza la imagen de mí misma escribiendo en un paseo a las 8 de la mañana de un día de agosto, con mucho frío, irónicamente. Ese día hice esta misma analogía: mi pensamiento como columnas de humo, colocarse sin tener sustancia, y vivir.

Vivir, qué gran sensación la de sentirse vivo, y tener por lo que hacerlo.

Es curioso cómo los planes cambian tanto, y cómo cada día me cercioro más de que la certeza es un lastre. Tener seguridad en algo es sólo una ilusión para amortiguar el golpe. Yo prefiero la realidad, siempre la preferí. Y aquí habría gente que me preguntara por la esperanza. Pero ¡ay! qué cansada estoy ahora mismo como para ponerme a hablar de esperanza. La esperanza es sólo eso: esperanza, un estado del ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos (eso dice la RAE). Yo prefiero no esperar, por si acaso lo posible se torna en la misma palabra con im- delante. Hace ya mucho que aprendí a no depender de ella. Y no es que sea pesimista, soy realista: me forjo lo mío con lo mío. Nadie más que yo puede hacer posible algo. Si tengo esperanzas, no será porque nadie me la dé, o porque algo incorpóreo diga que la tengo que tener; si tengo esperanza, será porque mis pasos son los correctos para conseguir algo.
Pero no soy la única persona del mundo (para mi desgracia, muchas veces; para mi gracia, muchas otras) así que no lo puedo basar todo sólo en mis actos. El resto de personas también pueden hacer con sus actos que mi camino se desvíe, que al observarlos decida algo totalmente diferente de lo que tenía pensado. Por eso no se puede decir que nuestras opiniones van a ser las mismas siempre. Porque puede pasar algo que nos haga cambiar de parecer, y nos tengamos que comer las palabras (yo lo he hecho alguna vez, y, la verdad, es que es bastante seco, se hacen pasta en la boca y duele al tragarlas).
Los más cercanos a mí saben que no suelo decir la palabra "siempre" si ésta se refiere al futuro. Es como cuando veo a alguien decirle a otro alguien que le quiere "por, para y durante siempre". Puede desearse, pero no puede asegurarse. No. Todo en esta hay vida hay que cultivarlo y regarlo cada poco, no se puede dejar a merced del tiempo y pensar que se va a solucionar todo solo. Y, a pesar de que uno se esfuerce, puede que desde el otro lado algo pase. Y, entonces, ¿qué? ¿lloramos? ¿porque pensábamos que sería eternamente?

Somos presos de nuestras palabras, esas metáforas gastadas, que decía aquél.

Y no me creo las ganas que tengo de tumbarme en un parque, con una barrita de esas que hacen risa, ver cómo pasan las nubes sobre mi cabeza, y hablar de cosas importantes hasta quedarme afónica. Tengo esperanza en que ocurra de aquí a una semana. Y, hasta entonces, hago exámenes sonriendo como una imbécil.


(PD: Hoy no hay Carta. A no ser que a última hora me apetezca subirla. No creo.)

sábado, 6 de junio de 2009

Reconciliación.

El aire fresco en junio. Una llamada a las tantas de una madrugada de borrachera, una tontería sin pies ni cabezas en el momento justo, una palabra única, una risa contagiosa. En fin, ese tipo de cosas que podría seguir enumerando sin cansarme pronto. Y si el mundo no tuviera las cosas pequeñas, ¿qué sería de mí?

El Grande os dice lo que pienso:

viernes, 5 de junio de 2009

Verdad.

¿Nunca habéis pensado que por más que os esforcéis en algo, no podréis conseguirlo? ¿Que da igual todo el empeño que pongáis, que no lo vais a conseguir? ¿Que algo es muy duro, muy difícil, demasiado cansado y consumidor como para intentarlo para nada?

Pues es mentira. SIEMPRE se puede hacer algo más.

jueves, 4 de junio de 2009

Carta a Nuestra Memoria (V)

( Primera Parte. Segunda. Tercera. Cuarta. )

Me esforzaba por no cambiar mi ruta y pasar por los lugares exactos. A pesar de que tardaba cinco minutos en cruzar el parque hasta mi casa, empecé a demorarme hasta los veinticinco, e incluso los treinta. Mi madre al principio me preguntaba si me había pasado algo, luego pasó a la fase de regañinas por tardar tanto, finalmente se acostumbró como yo me acostumbré a tardarlos sin que me costara mucho.
En esos ratos, me dediqué a observar a los de mi alrededor y empecé a escribir lo que hacían en un pequeño cuaderno que, al principio, era para hacer ejercicios sintácticos a sucio, luego se convirtió en mi diario. Creo que nunca llegué a decírtelo, pero creo que así fue como supe que escribir era algo más que un hobby para mí. Cambiaste mi vida entera con apenas cinco minutos de la tuya, y creo que jamás llegarás a saber cuánto te lo agradezco.

Pasaron los meses, hice la prueba de acceso a la universidad y la aprobé con buena nota que pudo ser mejor aún si no hubiera dedicado tanto tiempo en fantasear sobre ti y lo que estarías haciendo, y a qué te dedicarías, y qué era lo que te apasionaba y a plasmarlo en ese cuaderno que aún guardo, y que te entregaré junto a esta carta. No me arrepiento, porque sé que fueron las horas desperdiciadas mejor aprovechadas de mi vida, y que gracias a ello conseguí mantener vivo tu recuerdo para que tiempo después aún me acordara de tus ojos, y poder reconocerte. Pero vuelvo a adelantar sucesos... vayamos por partes, siguiendo el curso de la historia.

Decidí matricularme en filología hispánica, adoraba escribir, las construcciones de las frases me absorbían, me obsesionaba la ortografía, no podía parar de devorar literatura y maravillarme con cada palabra nueva que aprendía; así que decidí que quería saber más de la lengua, lo quería saber todo. Y, aunque aún hoy no lo he conseguido, me sirvió de mucho.

El verano pasó volando y yo seguía yendo tantas tardes como podía al Parque, aunque dejó de ser para buscarte y empezó a tratarse de encontrarme a mí mismo. Con cada una de las personas que me cruzaba me sentía identificado aunque fuera en lo más mínimo.Me pasaba las horas allí escuchando conversaciones de gente ajena sin que sospecharan de mi descaro. Reflexionando, escribiendo, reflexionando otra vez, y siempre a la sombra de un roble viejo viendo las puestas de sol desde el mirador. Me acostumbré a la gente habitual del parque, y ellos a mí: me sonreían, intercambiábamos un par de palabras y seguíamos nuestros caminos.
Pero hubo una persona en particular a la que le cogí un especial cariño. Se trataba de Montés, de Hugo Montés. Te he contado alguna vez alguna de nuestras anécdotas, pero nunca de cómo le conocí.

:)

Vámonos de fiesta tranquila. Una sangría, un Lucky, un par de bancos y risas.

No pido nada más.

Viva disfrutar el tiempo libre que en realidad nos e tiene. Viva el relax.

Hoy le pueden joder de lo lindo a los apuntes.

Hoy, soy libre.

Aunque sólo sea una ilusión pasajera.

(Y ya cuando vuelva subo la Carta, que no me olvido de que es jueves).

Sé que puedo.

Vale. Estoy cagada. Cagada de verdad. Llevo en pie desde las 6 de la mañana, y anoche la última vez que mire el reloj eran las dos. Deje de mirarlo porque me cansé.

Me he levantado con el nivel de activación más alto que nunca, yo creo (exceptuando cuando de enana iba con mi padre y unos amigos al Pantano de San Juán, que esataba tan nerviosa que ni si quiera podía dormir). Me he repasado el temrio. Me lo sé. Me sé los malditos autores. Me lo sé todo. Es tipo test, no tendría pro qué bloquearme. Las 8:30 y algo me dice que salga YA de casa, pero no puedo, tengo la necesidad de encender el ordenador, poner algo de música, escirbir y relajarme. Relajarme. Joder.

Abro la capeta de música y tropocientos artistas me dicen que los elija a ellos. Paso de sus voces: sé lo que quiero: Marea a toda hostia y lavarme la cara, son las 8:30... los vecinos se quejarán... me da lo mismo, ellos me molestan a mí con sus obras. Estoy demasiado nerviosa como para escuchar algo tranquilo, ayer fue el día de Marwan y Jason Mraz, hoy toca caña.

Me pongo la camiseta de los exámenes que me desquician, me gusta su mensaje: Iros todos a tomar por culo. Marea y Extremoduro, no se puede pedir más.

Patricia, por ese Dios que se supone que hay y que te da igual, tranquilízate. ¿Patricia? ¿desde cuándo me llamo a mí misma Patricia? Nadie me llama así, sólo me gusta en una persona, y porque en su voz queda bien. Patry, tranquila. Todo va a salir bien: hoy vas a comerte al mundo, a Paco y a su examen. Lo puedo hacer.

Dale:

miércoles, 3 de junio de 2009

Cafeína.

Mucha. Demasiada. No puedo parar de moverme.
Estoy estudiando con tres tipos de apuntes diferentes, que dicen lo mismo con distintas palabras. Parezco tonta: cada vez que avanzo una página, paso tres. Lo bueno es que si no me entero de algo, siempre tengo dónde buscar. Lo malo, que me estoy volviendo majara... bueno, más.

Y esto no se ha acabado, ni mucho menos. Me quedan diez días (algo más si decido presentarme a Estadística II) para ser libre. ¿Conseguiré sobrevivir? I don't know. Lo que tengo claro es que el día 15 va a arder Troya, y Argüelles también. Bueno, sólo el TNT, que es lunes y es el único que está abierto. ¡Pero arderá! (y esto es gracioso porque se trata de TNT, que a veces explota y hace que las cosas ardan...[la falta de Eric hace que mis chistes sean cada vez peores y se asemejen a los suyos, debería preocuparme])

O.o Os vigilo.

¡Aaaaaaaaaah!

Hoy, en honor a Raquelilla, Julita, Fanniuska y la fauna en general con la que me junto esas maravillosas noches de fiesta (cuando se puede), le pongo este título a esta entrada.

Hace casi un mes desde que dijera "aaaah" y se convirtiera en un hito porque a Raquel le resultó gracioso que lo hiciera al encontrarme con un hombre que me cerraba el paso en vez de actuar como una persona normal y decir: "disculpe, ¿me deja pasar?". No va con exclamaciones, porque no es algo gritado, es sólo un "aaaaah", aunque según Raquel era "¡aaaah!", yo sigo manteniendo que no lo era. Es algo que digo cuando me agobio (cosa que, por otra parte, no es muy difícil). Ahora estoy agobiada, porque la vagancia ha vuelto, y la temo. Pero en un rato me pongo a solucionarlo.

El caso (bueno, el caso ahora, porque al principio no iba a escribir sobre esto, pero me parece más interesante que el tema inicial) es que estoy reflexionando acerca de la fauna anteriormente nombrada y las curiosas formas que pueden llegar a formarse cuando se está en un grupo medianamente cerrado.
Por ejemplo, si estoy por ahí, y sale una conversación sobre las cosas importantes de la vida, es probable que estando con Fanny, Raquel, Julia, Esther o Pili, dijera: "pene erecto" y que todas nos riéramos de lo lindo, claro que esto quedaría muy fuera de lugar en una situación normal porque nadie entendería la coña y sólo se vería mi depravación; aunque mi cabeza es capaz de entenderlo, así que me lo callaría.
Pero hay ciertas cosas,sobre todo gestos, que están automatizadas. No sería la primera vez que santiguara un mini a punto de acabarse y alguien levantara una ceja y pensara para sus adentros "pobrecita, chiflada perdida", pero ese gesto es incluso requerido si están Dedi, Álvaro o Rubio delante.
Y ya no hablamos de las coñas y referencias universitarias. Si digo "me voy a estudiar las ratas" (cosa que, por cierto, debería estar haciendo en vez de esto)probablemente sólo me entendiesen los de mi clase, y ni si quiera todos ellos.

¿Que a donde quiero llegar con todo esto? A que la vida sería mucho más maravillosa si hubiese un modo universal (véase internet)de poner en común todas estas particularidades para que nadie se sintiera extrañado (o en peligro al haberse puesto ante un loco) cuando alguien dice algo así.
Aunque, por otro lado, me gustan este tipo de coñas internas que pueden parecer conspiratorias desde fuera.

En fin, voy dejando esto, buscando las ganas para estudiar y optimistizarme, o como diría Blanca que hago, voy a merendarme a un par de jipis.

lunes, 1 de junio de 2009

Carta a Nuestra Memoria (IV)

Y aquí está la cuarta entrega, con mucho retraso, pero con un nuevo planing bajo el brazo (véase ESTO). Por si alguien se pierde, puede empezar a leer AQUÍ (bajando hasta que veáis la primera).


Desde aquel día, pasé todas las tardes más o menos por el mismo lugar cuando volvía a casa, buscándote para poder descubrir algo más de ti, me obsesioné con tu mirada, y durante un tiempo sólo quise volver a verla, sobre cualquier otra cosa. Ahora que lo pienso detenidamente, era un poco absurdo buscarte: en realidad buscaba esos ojos y un color de vestido, porque no me había fijado en otra cosa. No sabía cómo era tu pelo, ni la forma de tu cara. Pero sabía que tenías un vestido rojo de manga francesa, y unas sandalias blancas de verano, y sabía que en cuanto te viera, sabría inmediatamente que eras tú.

Al octavo día de pasar por allí 'casualmente', tenía tan pocas esperanzas de encontrarte que me concentré en los granitos de arena que saltaban a mi paso. Adoro las coincidencias desde que te conozco, siempre me ha parecido que estaban de nuestro lado, que nos tenían simpatía, y así fue como te vi por segunda vez: tú me encontraste a mí.
Sentí que un hombre me llamaba dándome un toque en el hombro y diciendo 'perdona'con voz ronca. Al darme la vuelta, lanzando al aire con desgana una pregunta sin vocales llena de emes y haches, me encontré con tus ojos y los míos se abrieron de golpe, mientras que tú, muy tranquila, sólo sonreíste.
No podía apartar mi vista de ti, y esta vez me cuidé de recordarte bien: tus facciones suaves de mandíbula cuadrada, tus pómulos altos y rosados, la nariz con la curvatura perfecta y terminada en esa puntita redonda que tanto me gusta, los labios gruesos y delicados que estaban dibujando una sonrisa sólo para mí, el pelo moreno y rizado recogido en una desordenada coleta que caía sobre tu hombro derecho, dejando ver el cuello fino... todo. El chico que te acompañaba, volvió a dirigirse a mí algo impaciente:
-Perdona...
Giré rápido mi cabeza hacia él, esperando que no se percatara de que te estaba mirando.
-¿No tendrás un mechero? - dijo él, amable.
Negué con la cabeza, incapaz de decir nada. Yo aún no fumaba, eso también fue cosa tuya.
Él empezó a alejarse diciendo un 'gracias' fugaz. Mis ojos lo veían todo muy rápido y mi cerebro lo procesaba todo muy lentamente. Cuando me di cuenta de tu lejanía, de que podía no volver a verte, reaccioné.
-¡Eh! ¡Espera! -los dos os girasteis hacia mí -¡Dime cómo te llamas!

Os acercasteis el par de pasos que os habíais alejado. Tu acompañante, sin entender nada, levanto una ceja. Tú, que entendías algo más, sonreíste sin decir nada: te parecía divertida la escena. Él frunció el ceño y dijo con una mezcla de curiosidad y mosqueo:
-Pablo, ¿por qué?

Juro que pocas veces he pasado más miedo por un dolor físico que entonces.Pablo era un chico de un metro noventa y pico, con los hombros tan cuadrados como a un ser humano se lo permiten las leyes de la naturaleza; y yo sólo era un escuálido chico quince centímetros más bajo que él y sin ningún valor. Y me estaba interesando por su novia en sus narices. Ya te he dicho que solía pensar mucho, y en ese momento, mi razonamiento fue el siguiente: "si digo que él no me interesa, probablemente acabe comiéndome la arena que acabo de pisar. Si lo dejo así, se irán y yo no sabré el nombre de ella nunca. ¿Merecerá la pena?". Mis pensamientos estaban a punto de entrar en un círculo sin salida cuando tú, por primera vez, me sacaste de un apuro.

-Yo soy Alba, su hermana.

Sentí cómo el aire volvía a mis pulmones tras una larga ausencia y solté una carcajada, tal vez fuera una carcajada nerviosa, pero carcajada fue. Tú me acompañaste de un modo más suave. Pablo seguía sin comprender del todo, nos miraba primero a uno y luego a otro; sabiendo ahora cómo era, estoy casi seguro de que sospechó más o menos qué pasaba, sin mucho margen de error para equivocarse. Cuando al fin me calmé, pude hablar:
-Me llamo Jaime. Bueno, así sólo me llaman mis padres, el resto del mundo me llama Yin. Y... no estoy loco. Sólo me gusta saber el nombre de la gente que me pide cosas -me di cuenta de pronto de que había hablado mucho y muy rápido, así que me callé, avergonzado.
-A-já -dijo tu hermano, con lo que yo interpreté vergüenza ajena -nosotros nos íbamos, ¿eh?
-Entiendo. Yo también. Y, sólo por si queréis pedirme algo más, paso por aquí todos los días, sobre las 4 y las 9 de la tarde.

Sonreí y me di la vuelta deseando que la tierra cobrara vida, una vida con dientes, sólo para tragarme. También me hubiera servido que el lago hubiera decidido moverse para ponerse a mis pies, y caer en él para morir ahogado.

Aunque, a decir verdad, hoy agradezco que no lo hicieran. Me gusta cómo he vivido mi vida.

Vagancia.

Mi vagancia ha llegado a tal punto que creo que ha pasado algo raro. Una especie de Big Bang a la inversa, o sea, una Gran Implosión: se ha expandido sin freno durante 18 años, lentamente, y ha llegado ya a su punto máximo, de modo que ahora se han recogido pequeños fragmentos de ganas de trabajar y éstas están más o menos juntas. Bueno, entiéndaseme... no es que me apetezca, es que he entrado en consciencia, y de lo que tengo realmente ganas es de disfrutar del verano sin preocupaciones extra. Yo lo traduzco como "ganas de trabajar".

Aquí traigo la prueba: son algo más de las 9 de la mañana y estoy en pie, desayunada y espabilada, dispuesta a ducharme para estudiar relajada y oliendo a rosas, sin querer postergarlo más. Pero eso no es todo. He decidido, antes de ponerme a hacer cosas útiles de verdad, pasar al ordenador y subir otra entrega de Carta a Nuestra Memoria (que en un rato aparecerá ahí arriba). Y, por si fuera poco, me he puesto un par de días a la semana para ir subiendo la Carta: los lunes y los jueves serán los días, hasta que se me acabe el chollo.

Y ya me despido, que tengo muchas cosas que hacer y ganas de hacerlas.
Por altgún motivo me siento rara, pero renovada y optimista