viernes, 8 de mayo de 2009

Pensamientos ahumados.


Es como procesar un pensamiento. Sólo tienes que cogerlo entre tus dedos, prenderle fuego y observar cómo poco a poco se va extinguiendo hasta que quedas satisfecho con el resultado. A no ser que no haya sido lo suficiente satisfactorio y el haber llenado tus pulmones con claridad te lleve a querer más; entonces, se coge otro pensamiento relacionado y se repite el procedimiento.

Algunos cuestan nada de esfuerzo, y cuando te quieres dar cuenta, ya lo has entendido todo, ya se ha acabado. Otros hacen que se viva un suplicio, que te cueste dar el siguiente paso, y al final decides dejarlos a medias; ya sea para luego o para nunca.

Puedes ver cómo la estela del pasado no desaparece, sólo se convierte en ceniza. Ceniza que olvidarás. Siempre acompañado de una quema de impurezas que se elevan en el aire en forma de humo.

Mientras se está pensando, depende del estado de ánimo, se mira al techo mientras te llenas de paz, o al suelo, mientras las preocupaciones, en vez de disminuír, aumentan, asumiendo que tendrás que coger muchos más pensamientos antes de llegar al final.

Y el crepitar. ¡Ah, el crepitar! El crepitar del papel ya escrito quemándose. Cuántas veces he querido escribir sobre ese sonido. Es similar al ruido que hacen ciertas personas cuando rumian algo para sus adentros, o los tics. Es un ritual más.

Esto es para mí fumar. Sé que daña mis pulmones, pensar también daña a veces.
Ahora mismo, me fumaría una caja entea de pensamientos felices y ñoños. Y, aún así, sé que no se me quitarían las ganas de ese abrazo que espero. El tabaco no lo suple todo.

1 comentario:

Arlekín Negro dijo...

Por desgracia, mi botella de vodka, a la que con la descripción de los palitos de cáncer (me tomo la licencia de llamarlos así) me ha recordado, tampoco me ha abrazado nunca.

Como cantaba Kutxi Romero, me bastan 40 duros de felicidad (en vino y cola, por favor), y un abrazo con quién compartirlos.

Un saludo