martes, 9 de marzo de 2010

Resucito.

Hoy me encuentro bien, y resucito de todas las formas posibles que se puede resucitar:
Resucito en el blog, resucito mi felicidad extrema que estaba adormilada últimamente, resucito mi motivación en los estudios, resucito el cerrar los ojos porque el sol ciega.
Resucito, y se agradece.

Las nubes grises, la lluvia a todas horas, el no ver lo que hay 10 metros más allá... eso agota y crea desidia, desgana, desánimo. nunca un poquito de sol mató a nadie, y a mí, como ya he dicho, me ha resucitado.
Los días así son estupendos: despertarse, subir la persiana y tener que bajarla porque las pupilas no están acostumbradas aún a tanta luminosidad. Ver, justo antes de salir de casa al gato remolonear sobr la cama, con la envidia que me da, atrapando con su pelo negro todo el calor que pueda mientras duran los rayitos. Salir a la calle, que los cascos del mp3 funcionen correctamente por primera vez desde hace tiempo, y en consecuencia, que un ritmo alegre estalle en tus oidos mientras andas para la parada de metro y ¡viva! llega el autobús y la cuesta ya no hace falta subirla a pie, con lo cansado que eso es... Escribir durante todo el trayecto, como antaño, y no sólo cosas tristes, como antaño. Llegar a clase, que esté vacía y enterarte de que a esa hora no habrá clase nunca más... estupeeeeeeeeeendo, el martes dormiré una hora más si cabe.

En fin, que mola. Que ha resucitado el cielo brillante: frío aún, pero sin viento molesto ni charcos por pies; resucitaron mis Musarañas, y ya puedo sacar la mierda de mi cabeza; resucitó el no darse media vuelta por las mañanas para dormir sin querer ir a clase, eso está bien.

Me siento fuerte.

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