sábado, 10 de enero de 2009

Nieve.

Una bonita estampa de frío hasta los huesos que en mí hace el efecto inverso: hace que mi alma entre en calor. Me enternece ver a las abuelas diciendo que no recordaban una nevada así en Madrid a sus hijas, mientras éstas sonríen viendo cómo la tercera generación juega a construir figuras de nieve; con mofletes rosaditos, que es lo único que se les ve entre abrigos, manoplas, bufandas, orejeras y gorros.
Salir a la calle con la música clavándose en los oídos por no querer que el ruido de los coches estropee la escena que no se merecen. Todo blanco, puro. Y que en el aleatorio salga la canción que resume y expresa exactamente cómo son mis pensamientos. Y es que ya no queda nada en que pensar, he podido despistar al miedo y no quiero despertar.


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